-Tengo que irme -dijo Nacho levantándose a toda prisa de la silla y lamiéndose los labios.
-Lávate la cara -ordenó el tío.
-Tengo que irme -dijo Martina.
-Lávate la cara.
Los dos chicos se apresuraron a marcharse.
-Yo también me tengo que marchar -dijo el tío Pedro arrastrando la silla hacia atrás.
-Lávate la cara -musitó Paula.
-¿Qué?
-Eh... he dicho que qué sitio tan bonito -se corrigió Paula.
Él la miró vacilante, se limpió con la servilleta y la dejó caer sobre la mesa.
-Muy buena la quiche, hazla algún otro día.
-Sí, algún otro día -musitó Paula-. Mi vida no valdría ni un céntimo si volviera a hacerla.
¿Por qué ha dicho esa estupidez? Pero Paula no lo iba a descubrir. No en ese momento. Entonces sonó un zumbido activado por el ordenador, y el lavaplatos, en el otro extremo de la cocina, se puso en marcha.
-¡Oh, Diosss! -exclamó Paula corriendo a llenarlo con los platos-. ¡Maldito ordenador!
Luego repasó cuidadosamente el horario. Era un conjunto completo de instrucciones sobre las cosas a realizar cada día. En quince minutos debía estar pasando el aspirador a toda la planta de abajo.
-Lo voy a matar -afirmó para las paredes-, de verdad que lo voy a matar, y como se le ocurra a mi madre... ella no dirá nada. Nada.
Un fuerte ladrido desde fuera le recordó que hacía tiempo que no veía a Luca. Bueno, desde la escena de la bola del pasillo. ¡Y la ducha! Paula le hizo burla al ordenador y salió a abrir al perro, ansioso por comer. A las tres de la tarde estaba pasando el aspirador cuando sonó otro zumbido. Corrió a consultar el horario. Gracias a Dios. Subió las escaleras hasta su habitación y se dejó caer sobre la cama. Y de inmediato se levantó y comprobó que no se había equivocado de habitación.
-No vas a pillarme dos veces con el mismo truco.
-No, apuesto a que no -dijo una voz profunda desde detrás de ella.
Paula gritó y se dió la vuelta. Pedro Alfonso. Pedro N. Alfonso, para ser exactos.
-¿Qué significa la N?
-N de Nada -contestó él.
Paula apoyó la espalda contra la puerta entornada. Él puso ambas manos sobre la puerta, una a cada lado de su cabeza, consiguiendo hacerla su prisionera.
-Eres una mujer muy bella, Paula Chaves.
-Debes estar de broma -replicó ella-. Mi hermana Vanesa sí que es bella.
-Ah, entonces, ¿Estás celosa?
-No seas tonto -respondió Paula ruborizándose-. Está en África, pero no estoy celosa. ¿Cómo iba a estar celosa de mi hermana? Bueno, hermanastra. Además es más alta que yo.
-Cualquiera es más alto -rió él-. Nacho tiene ocho años, y es casi tan alto como tú. Pero apuesto a que nadie besa tan bien como tú.
Él se inclinó hacia adelante y, poniendo la nariz a la altura de la de ella, mirándola a los ojos.
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