miércoles, 11 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 53

 –Y no lo hacen solo en Pascua, también con el resto de las fiestas y los cumpleaños, sobre todo con el mío. Es la forma que tienen de lidiar con el dolor en mi familia.


Le estaba sorprendiendo mucho lo que Pedro le estaba contando. Le había parecido que todo estaba perfecto y que eran personas felices, no había tenido ni idea de lo que ocurría bajo la superficie. Había estado tan concentrada en sus propias inseguridades que no había pensado en lo que esos días significarían para ellos después de haber perdido a un hijo y a un hermano.

 

–Deberías habérmelo dicho. ¿Te das cuenta de que ni siquiera sé cómo murió?


 –Mi hermano era drogadicto –le dijo Pedro con la voz quebrada–. Murió por culpa de una sobredosis. Me gustaría pensar que fue accidental, pero nadie lo sabe. Fui yo quien lo encontró inconsciente cuando fui a buscarlo para ir juntos a la cena de Pascua en mi casa.

 

Le horrorizó lo que estaba oyendo. Agarró su mano.

 

–¡Pedro, lo siento mucho!

 

–Yo también. Le fallé. Hablábamos con él, lo metimos en clínicas de desintoxicación, en hospitales, pero nada funcionó. Lo intenté todo y no pude salvarlo...

 

–Pero era adicto, no te culpes.

 

–Lo sé, pero cuando se trata de tu hermano gemelo, es imposible no hacerlo.

 

–Si lo hubiera sabido...


Creía que eso podría haber cambiado las cosas en su matrimonio, habría entendido por qué su familia actuó como lo hizo con ella y creía que ella podría haber ayudado a Pedro.

 

–La verdad es que no se me ocurrió cómo iba a afectarte el no saber más detalles sobre la muerte de Ignacio –le dijo Pedro mientras le acariciaba la mano con el pulgar–. Debería haber hablado contigo. Lo siento.

 

–Sí, habría estado bien, pero me alegra que al menos me lo hayas dicho ahora.


Paula esperó a que Pedro retirara su mano, pero no lo hizo.

 

–Y yo siento no haberte preguntado antes por Ignacio.

 

–Los dos nos hemos guardado secretos el uno del otro. 


Paula asintió con la cabeza.

 

–Esa falta de comunicación no ayudó nada a que funcionara nuestro matrimonio.

 

–No, pero está bien poder sacarlo todo fuera por fin –le confesó Pedro.

 

–¿Hay algo más que quieras decirme? –le preguntó Paula.

 

–No, no hay nada más que contar. Además, estás cansada.


Se le encogió el corazón al ver que Pedro volvía a cerrarse en sí mismo y a actuar como un médico con su paciente. Pero ella quería aferrarse a ese momento.

 

–Estoy bien –le aseguró ella.

 

Pedro apartó la mano y ese gesto le hizo mucho daño.

 

–Estás muerta de sueño –insistió Pedro–. Además, es la hora de tomar el medicamento.

 

Sabía que él tenía razón, ni siquiera pudo ocultar un bostezo. Estaba agotada, pero le daba rabia irse a la cama cuando habían empezado a sincerarse el uno con el otro.


 –Puedo quedarme un poco más. Estoy bien.

 

Pedro la miró con cariño.

 

–Tenemos que conseguir que vuelvas a estar al cien por cien.

 

Sabía que entonces llegaría el momento de volver a Bellingham, pero esa idea ya no le atraía tanto como al principio. Quería recuperar la cercanía que acababan de compartir y no sabía por qué. Después de todo, la conversación que habían tenido no cambiaba nada. Tenía claro que no debía arriesgar su corazón otra vez.

 

–Tienes razón. Estoy más cansada de lo que pensaba. Me voy a la cama. 

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