viernes, 13 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 56

Después de la comida, estuvo estudiando nuevos datos que le había enviado su jefe. Se había dado cuenta de que había algo en esos datos que no tenía sentido. El magma no solía moverse sin generar señales sísmicas más específicas. Nunca había visto ese tipo de señales. Miró en Internet datos sobre terremotos que ocurrían a diario en el noroeste del Pacífico.

 

–¿Qué es lo que estoy echando en falta? –se dijo en voz alta.

 

–¿A mí? 


Se quedó sin aliento al oír la voz de Pedro. Sí, lo había echado en falta, aunque sabía que no era buena idea. Lo miró mientras iba hacia ella. No entendía por qué le gustaba tanto verlo. Una parte de ella quería ir a sus brazos, pero no se movió del sillón.

 

–No te oí entrar –le dijo ella con voz temblorosa.

 

–Eso te pasa por concentrarte tanto en el trabajo –respondió Pedro–. ¿Qué tal la cabeza?


Era increíble ver cuánto se preocupaba por ella, era lo que siempre había querido. Pero recordó entonces que él se preocupaba por todo el mundo, por eso era médico.


 –Mi cabeza está bien. Los datos son los que me están dando problemas. Quizás me esté equivocando al interpretarlos. No sé... –admitió ella–. Me temo que he empezado con demasiadas ideas preconcebidas.


Pedro se inclinó hacia delante, poniendo la mano en su hombro. La envolvió su aroma.


 –¿Por qué piensas eso? –le preguntó como si de verdad estuviera interesado.


Miró el gráfico que tenía delante y trató de concentrarse en los datos y no en Pedro. Pero todo lo que miraba estaba borroso, los números y las líneas. Se dió cuenta en ese instante de que el problema no era la conmoción cerebral que había sufrido, sino él. El corazón le latía con fuerza. Aunque le dolía admitirlo, se estaba enamorando de él.

 

–¿Paula? –la llamó Pedro al ver que se quedaba callada.

 

–¡Sí, perdona! Estaba distraída. El caso es que he estado buscando los datos para apoyar una hipótesis que tienen en el instituto cuando tenía que haberlos mirado con una mente abierta.

 

Era algo parecido a lo que le había pasado al enamorarse de él.

 

–Bueno, no es demasiado tarde para volver a mirarlos desde el principio, ¿No?

 

–Sí, estoy segura de que puedo remediarlo.


Sabía exactamente qué era lo que tenía mal. Andrés la quería de vuelta en el instituto lo antes posible. Se lo había vuelto a decir cuando la había llamado esa mañana. Tenía una responsabilidad con la institución. Sabía que todo se había retrasado por culpa del accidente.

 

–No te preocupes, todo saldrá bien –le dijo Pedro con cariño.  


Pero ella no tenía consuelo. Había estado demasiado distraída. Había ignorado los hechos y se había dejado atrapar por una fantasía. Creía que había llegado la hora de centrarse en la realidad. Él había cambiado, pero ella no. Creía que, aunque le diera otra oportunidad, Pedro terminaría por dejarla otra vez. Tenía que ser fuerte.

 

–¿Qué haces en casa? –le preguntó para cambiar de tema.

 

–Mira por la ventana –respondió Pedro.


 Caían grandes copos de nieve del cielo.

 

–¿Cuándo empezó a nevar?


 –Hace un par de horas –le dijo–. Hughes, Paulson y Moreno están esquiando ahora mismo.

 

–Ve con ellos.

 

–No, puedo hacerlo otro día. Quería ver cómo estabas.

 

–Estoy bien, pero algo frustrada.


 –Has estado trabajando duro, necesitas un descanso.

 

–Tienes razón, creo que voy a dormir la siesta.

 

–Tengo una idea mejor. Vamos a descansar los dos juntos –le propuso Pedro. 

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