lunes, 30 de noviembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 25

-No... -vaciló Paula-. No estoy tratando de decirte nada acerca de mi madre.


-¿Entonces sobre tí?


-¿Por qué no me dejas en paz? -soltó Paula-. No necesito... que nadie me analice. Y menos aún un hombre como tú.


-Dios mío, ¿Aún estás con esa vieja historia del instituto? -preguntó él levantándose de la silla y caminando hacia ella.


Paula se puso en pie de un salto y se escondió detrás del sofá.


-No te atrevas a ponerme un dedo encima -lo amenazó.


-¿Un dedo? -repitió él riendo, haciéndola estremecerse.


Su madre le había contado ciertas cosas acerca de los hombres, pero todo de una forma muy... teórica. O, al menos, eso le parecía en aquel momento. Sin embargo había una cosa que su madre no había mencionado: aquel hombre era capaz de leerle la mente. Él dio un paso hacia ella y volvió a preguntar:


-¿Tienes miedo, Paula?


-De tí no -contestó ella mordiéndose la lengua-. De David quizá, o de gente como él. ¡Pero de tí, claro que no!


-¿David? -repitió él deteniéndose.


-No lo conoces -murmuró ella-. Ni creo que tengas ganas de conocerlo.


-Quizá sea mejor que me hables de David.


-Quizá sea mejor que no.


-Hmm -musitó él alejándose del sofá y acercándose al mueble de las bebidas-. Voy a tomar un brandy, ¿Quieres tú algo?


-No... será mejor que suba a ver a Martina.


-Podrías tomar algo conmigo primero -insistió él abriendo una pequeña nevera-. ¿Zumo de naranja?


¿Qué podía haber de malo en e! hecho de tomar un zumo de naranja? Pedro era una persona muy agradable.


-Sí, tomaré un zumo de naranja -contestó tratando de que su voz no sonara trémula. 


Él estaba de espaldas, y Paula no pudo ver su gesto: el brillo de sus ojos, la sonrisa de sus labios. Pedro llenó a medias el vaso de ella y volvió al sofá.


-No comprendo cómo he podido perder el control sobre mi sobrina favorita -musitó él-. ¿Tú a qué crees que se debe?


-A que no eres de su sexo, supongo -contestó Paula encogiéndose de hombros.


-Ah, eso no tiene solución -contestó él con cierta ironía, medio riendo- . Brindemos.


-¿Brindar? ¿A santo de qué, si se puede saber?


-¿Estás segura de que tu madre te contó todo lo que necesitabas saber en esta vida?


-Por supuesto que sí -respondió Paula-. ¿Por qué vamos a brindar?


Él sonrió amplia, profundamente.


-¿Que por qué? ¡Por el sexo, cariño!


Paula se quedó atónita, estuvo a punto de atragantarse. Ojala su madre se lo hubiera contado absolutamente todo. Dejó el vaso y dijo:


-Creo que voy a subir a ver a Martina.


Después desapareció.


El piso de arriba estaba a oscuras. Nacho estaba profundamente dormido, con la lámpara de noche encendida. Paula entró silenciosamente, lo arropó y apagó la luz. En aquella oscuridad no parecía tener ocho años. La expresión de su rostro era más dulce, casi parecía el gemelo de su hermana. Le quitó el libro de las manos y se inclinó para besar su frente.


-Buenas noches -susurró al verlo abrir los ojos un instante.


-Buenas noches, mamá -contestó él girándose en la cama.


Qué contestación más bonita, se dijo Paula. Debía ser hermoso ser madre. Le metió los brazos por debajo de las sábanas, se quedó mirándolo admirada un instante y después salió de puntillas de la habitación. 

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