miércoles, 18 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 66

  –Hay una reunión del equipo en el hostal de Timberline, pero no tengo por qué ir, puedo llevarte hasta Bellingham.

 

–No, Pedro, te necesitan.


 –No sé los detalles específicos de la misión. Puede que no sea nada.

 

–Pero te necesitan, eres el único médico.


Se le hizo un nudo en la garganta.

 

–No, voy a llevarte.

 

Se miraron a los ojos. Ninguno se movió ni dijo una palabra.

 

–¿Cuánto tiempo durará la misión? –le preguntó Paula.

 

–No lo sé.

 

–¿Y si te espero hasta que vuelvas? Aún tengo que hacer el equipaje. Puedo ir analizando desde aquí los datos que me envíe Andrés hasta que regreses. 



Su corazón se llenó de alivio, gratitud y afecto.


 –Eso sería maravilloso. Estaré de vuelta tan pronto como pueda.

 

–No te preocupes –respondió Paula–. Y, por favor, ten cuidado.


Quería acabar con esa preocupación estrechándola entre sus brazos, quería decirle lo mucho que su espera significaba para él. Pero no lo hizo, se limitó a besarla suavemente en los labios.


 –Siempre tenemos mucho cuidado –le dijo él–. Llamaré a alguien para que esté contigo.

 

–Gracias, pero no es necesario. Ya he pasado por esto cuando estabas con el equipo de rescate en Seattle. Estaré bien. Solo me importa que estés a salvo.

 

La besó en la frente.

 

–Prepara el equipaje. Volveré antes de que te des cuenta.

 

Cuando volviera, iba a decirle que en esa casa siempre iba a tener un sitio y que esperaba que regresara muy pronto y que quisiera quedarse en Hood Hamlet. Porque la quería con él y esperaba que ella sintiera lo mismo.



 A las dos de la tarde, caía tanta nieve del cielo que parecía de noche. Paula no podía creer que hubiera una tormenta semejante en pleno mes de junio. Especialmente con tres escaladores desaparecidos y los equipos de rescate en busca de ellos.  A Andrés no le había gustado nada saber que aún seguía allí, pero ella estaba haciendo todo lo posible por ayudar a su departamento desde Hood Hamlet. Presionó la mejilla contra la ventana. Solo podía pensar en Pedro y en el frío que estaría pasando. Estaba rezando por él cuando sonó el timbre de la puerta. Se sobresaltó al oírlo. Cuando abrió, vió que se trataba de un mensajero.

 

–Estoy buscando a Paula Chaves.

 

–Soy yo.

 

–Tengo una entrega para usted –le dijo.


Le entregó un sobre grande con el nombre de un bufete de abogados en el membrete. Lo tomó con manos temblorosas y se despidió del joven. No tenía que abrir el sobre para saber lo que había dentro. Debían de ser los papeles del divorcio. Se le revolvió el estómago. Fue a la cocina y dejó el sobre en la encimera. Esperaría a que volviera Pedro para abrirlo. De momento ya tenía demasiadas preocupaciones entre el rescate en la montaña y una segunda explosión de vapor en el monte Baker. Pasaron las horas. Paula observó los datos que le enviaban y habló con Tucker a través de Skype. Pero lo que quería era saber de Pedro. Le bastaba con una llamada o un mensaje. Sonó de nuevo el timbre. Casi le daba miedo abrir la puerta, pero lo hizo. Leticia, Gabriela y Diego Welton estaban de pie en el porche. Los invitó a pasar. Supuso que Pedro les habría pedido que se pasaran para ver cómo estaba. Aunque le había dicho que no lo hiciera, le gustaba tener compañía.

 

–¡No me puedo creer que hayan venido hasta aquí con este tiempo! – les dijo Paula.

 

–Queríamos ver cómo estabas –respondió Gabriela–. Y tenemos algunas noticias.

 

–Buenas noticias, espero –le dijo ella conteniendo la respiración.

 

–El equipo de rescate encontró a los escaladores desaparecidos –le anunció Gabriela.


 –Eso es maravilloso. Entonces, todos estarán pronto en casa, ¿No? – preguntó Paula.


Ya no se acordaba de los papeles del divorcio. Solo pensaba en Pedro y en que quería verlo.

 

–Bueno, dos de los equipos están atrapados en la montaña. No podrán bajar hasta que deje de nevar así –le explico Diego–. Daniel, Javier, Julián, Martín y Pedro están refugiados en una cueva en la nieve. Están bien, pero las condiciones son muy duras allí arriba.

 

Se quedó sin respiración. Estaba muy asustada.

 

–Dadas las circunstancias, han tomado una decisión muy inteligente – le dijo Diego–. Brenda y el resto de su equipo subieron hasta la estación del teleférico y se quedarán allí esta noche. 

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