miércoles, 4 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 36

  –Vamos a desayunar y después te ayudo con la ducha –le dijo. 


Vestida con el albornoz naranja y nada más, Paula se quedó mirando el suelo de baldosas para no tener que ver la mirada vigilante de Pedro. Se apretó el cinturón como pudo con una sola mano para que no se le abriera. Aunque el cuarto de baño era grande, no lo era lo bastante como para que estuviera cómoda en su compañía.


 –Creo que se mantendrá seca –dijo al ver cómo le había cubierto Pedro la escayola.

 

–Ese es el plan –murmuró él.

 

Recordó que Pedro había sido siempre un gran planificador.

 

–¿Ya tienes un nuevo plan de vida? –le preguntó ella de repente.

 

Pedro la miró a los ojos antes de contestar.

 

–Más o menos. He tenido que hacer algunos cambios.

 

Sabía que se refería a ella y suspiró. No sabía por qué le afectaba tanto.


 –¿Estás lista? –le preguntó él después de comprobar la temperatura del agua.

 

–Por supuesto.

 

–Hay una alfombrilla de goma en el fondo de la bañera, no creo que resbales, pero ten cuidado.

 

–De acuerdo.

 

Esperó a que Pedro se fuera. No lo hizo.


 –¿No vas a entrar? –le preguntó él.

 

–¿Te vas a quedar aquí? –contestó ella sorprendida.

 

–Sí –le dijo Pedro–. Tengo que darte el champú –le recordó.


 Se le había olvidado esa parte del plan.

 

–Es un poco raro.

 

–Solo si dejamos que sea raro.

 

–Es fácil para tí, Pedro. Pero yo soy la que está desnuda debajo de la bata.

 

–Si quieres, yo también me puedo desnudar.


 Ella lo miró con la boca abierta y Pedro sonrió.


 –¿Mejor? –le preguntó mientras se daba la vuelta.

 

–Sí, gracias. 


Respiró profundamente, desató el cinturón, dejó caer su bata y se metió en la bañera. Con la mano izquierda, cerró la cortina de la ducha.

 

–Ya te puedes dar la vuelta –le dijo a Pedro.

 

–¿Está bien el agua?


 –Sí, perfecta –contestó mientras dejaba que el agua caliente la empapara.

 

–Recuerdo que te gustaba bastante caliente.


Ese comentario hizo que ella recordara sus duchas juntos. Había habido muchos besos y pasión. El jabón se deslizó de su mano y cayó al suelo de la bañera.


 –¿Todo bien?

 

–Se me ha caído el jabón.


 –¿Puedes alcanzarlo tú sola?

 

Sabía que no iba a poder hacerlo, pero no iba a pedirle que lo recogiera él. Habría sido demasiado incómodo, demasiado tentador.

 

–No, pero no pasa nada, ya había terminado.

 

–Tengo el champú –le dijo Pedro–. Saca la mano cuando lo necesites.


 Mojó bien su pelo y extendió su brazo izquierdo.

 

–¿Es suficiente? –le preguntó él después de poner una cantidad en la palma de su mano.

 

–Sí, gracias –repuso mientras comenzaba a enjabonarse–. Cada vez se me da mejor lo de usar solo una mano.

 

–Solo es cuestión de tiempo. 

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