viernes, 27 de noviembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 18

 -¿Cómo es que no estás casada?


-¿Yo?


Aquella sí que era una pregunta sorprendente, reflexionó Paula escrutando su rostro para descubrir la trampa. Pero no halló nada. Se enjugó las lágrimas con los nudillos.


-Porque nadie me lo ha pedido.


-¿Y no se te ha ocurrido nunca pedirlo tú?


-Por supuesto que no, las cosas no se hacen así. Además...


-¿Además, qué?


-Que jamás, nunca he conocido a nadie con el que quisiera... hacer eso. 


-¿Hacer qué?


-Oh, Dios, ya sabes a qué me refiero. Déjame levantarme -él la estrechó con fuerza de inmediato, y Paula se tambaleó y se puso en pie-. Debo estar hecha un desastre -añadió alisándose la camisa, los vaqueros, y pasándose una mano por el cabello.


-Pues a mí no me lo parece -contestó él en voz baja, inmóvil, aún sentado en el sofá.


Paula sintió otro escalofrío recorrerle la espalda.


-Creo que... será mejor que me vaya a la cama.


Mientras pueda, reflexionó. Sola. Paula se volvió y subió a toda prisa las escaleras. Luca, su fiel guardián, la siguió. Al final del pasillo había una sombra. Encendió la luz.


-¡Oh, Dios mío, debo ser sonámbula! -exclamó Martina agachada, con los pies separados a los lados de una enorme bola de jugar a los bolos que sostenía con las manos extendidas.


-¿Qué haces con eso en las manos? -preguntó Paula.


-Pero bueno, ¿Cómo ha llegado esto hasta aquí? -preguntó la niña sentándose sobre la bola.


-Martina, como esa bola vuelva a rodar por el pasillo mientras esté yo en esta casa te voy a...


-¿A zurrar...?


-No, no creo que sea necesario.


-Bien, mejor -rió nerviosa la niña-. Dile a Nacho que vuelva a ponerla en su sitio, por favor. Yo no puedo levantarla -añadió desapareciendo en su habitación.


-¡Claro que puedes! -contestó Paula-. Pobre Nacho. Y pobre tío Pedro. 




El sol salió a duras penas aquella lluviosa mañana de lunes. La casa estaba orientada al oeste de la carretera, al abrigo de una colina que parecía capaz de ocultarle la luz aún incluso en el más luminoso de los días. En otros, tormentosos como aquel, la granja parecía abandonada a la más tenebrosa de las sombras. Paula sintió que aquel día sería diferente, pero no descubrió la razón hasta que alguien no aporreó su puerta tratando de echarla abajo. Luca se despertó y ladró. Fatigada, se incorporó apoyándose sobre los codos y se restregó los ojos antes de salir de la cama. El suelo estaba helado.


-Aquí había una alfombra -musitó dirigiéndose al perro.


Luca la miró. Se había llevado la alfombra debajo de la ventana, solo para él. Ladró. De nuevo golpes en la puerta.


-Ya voy, ya voy -gritó Paula de mal humor mientras buscaba la bata. 


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