miércoles, 25 de noviembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 15

 -¡Eso no es justo! -gritó Martina-. Ese trozo que queda es pequeño, como para una niña, y yo soy la única niña, así que es mío.


-Tío Pedro -suspiró Nacho-. ¿Es que siempre tiene que salirse con la suya?


A las nueve en punto ambos niños estaban en la cama. Martina exigió que Paula la ayudara a bañarse y salpicó cuanto quiso. Nacho, en cambio, haciéndose el hombrecito, rehusó toda ayuda. A Martina había que leerle un cuento antes de que se durmiera; Nacho se fue a la cama con un libro de Tarzán. Paula supervisó toda la operación, y el tío Pedro fue a dar un beso de buenas noches a los niños.


-Te espero en el salón -musitó él pasando por delante de ella y rozándola.


Cuando Paula terminó por fin con la limpieza del baño y bajó al salón él estaba sentado en un viejo sillón con un ordenador portátil sobre las piernas.


-Así que por fin has terminado tu primer día de trabajo como ama de llaves -dijo él dejando el ordenador a un lado.


Paula se dejó caer sobre el sofá justo enfrente de él. Tenía la camisa empapada, y los vaqueros no estaban mucho mejor. Dobló cuidadosamente el delantal y, al no encontrar dónde colgarlo, lo dejó caer al suelo y subió los pies sobre el asiento.


-No lo has hecho mal -continuó él-. Es decir, para ser el primer día. Pero tienes que controlarlos más. Nacho se pasa la vida haciendo rabiar a su hermana, necesita más disciplina.


-¿Así es como lo ves tú? -preguntó Hope bajando de nuevo los pies al suelo-. Pues por si andas mal de la vista, déjame que te diga una cosa. ¿Te acuerdas de la bola de jugar a los bolos?


-Sí, Nacho hace eso a menudo -asintió él.


-Supongo que es a menudo, pero no fue Nacho. Llevo todo el día vigilándolos, y todas las trastadas las ha empezado Martina. Ese pequeño diablillo inocente se pasa el santo día aterrorizando a su hermano... con tu ayuda, añadiría yo, hasta sacarlo de quicio.


-Tonterías -dijo Pedro levantándose de la silla y comenzando a caminar a un lado y a otro. Paula volvió a levantar los pies sobre el asiento para evitar que la arrollara-. Esa preciosa niña es incapaz de levantar la bola y lanzarla, pesa demasiado para ella.


-Sí, eso dice ella, pero la he pillado haciéndolo justo antes de la cena.


-Justo, justo, justo... hay demasiados «justo» en tu forma de hablar y poca justicia.


-¡Hombres! -soltó Paula-. Estás engañado por su dulce inocencia, necesitas verlo desde otra perspectiva. Esa pequeñaja te engaña, al único al que no engaña es a mi perro. Luca creció junto una niñita dulce como ella, conoce muy bien sus trucos.


-¿Alguna niñita en particular a la que conozcamos?


-Sí, bueno, está bien -se ruborizó Paula-, pero he madurado. Ya no soy así, créeme.


-Me hubiera gustado conocerte mejor entonces.


-¿Y por qué demonios iba a haberte gustado conocerme? Yo era una niña horrible hasta que entré en el instituto. 

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