miércoles, 18 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 67

 –No pasa nada –insistió Leticia–. Tienen que quedarse donde están para seguir a salvo.

 

Paula había dormido en una cueva en la nieve como parte de un curso de alpinismo. Era la mejor manera de protegerse en ese tipo de clima. Pero ella prefería tener a Pedro en casa.

 

–Hemos traído la cena –le dijo Gabriela enseñándole una bolsa.


 –No hay razón para estar solos cuando estamos todos en el mismo barco –le explicó Diego.

 

Paula apreciaba su consideración. La comida era lo último que tenía en mente, pero sabía que debía alimentarse para estar fuerte.

 

–Gracias. Es un detalle por vuestra parte –les dijo agradecida.

 

–Es bueno para todos –le contestó Leticia.


Mientras ponían la mesa para cenar, se dió cuenta de que había hecho buenos amigos en el poco tiempo que llevaba en Hood Hamlet. Y no eran amistades que tuvieran que ver con su trabajo, sino con ella. Normalmente, no dejaba que la gente se le acercara demasiado. En Hood Hamlet, en cambio, habían sido ellos los que habían entrado en su vida sin preguntar. Y se lo agradecía.


 –Esto de cenar juntos me parece una idea fantástica –comentó Gabriela–. Es tan difícil esperar. No me gusta nada.


 –A mí tampoco –reconoció Paula sin poder dejar de pensar en Pedro– . ¿Cuándo dejará de nevar?


 –No hay de qué preocuparse. Su seguridad es siempre lo primero –le explicó Gabriela–. Eso es al menos lo que Daniel me repite una y otra vez.

 

–Lo mismo me dice Javier a mí –asintió Leticia.

 

–Y a mí Brenda –dijo Diego.


Paula suspiró al oírlos.

 

–Es exactamente lo que me dijo Pedro antes de irse.

 

–Lo que no parecen entender es que es imposible no preocuparse cuando el amor de tu vida está en la montaña en medio de una tormenta –les dijo Gabriela.


Paula asintió con la cabeza, pero después se quedó muy pensativa. «¿El amor de mi vida? ¿Pedro?», se dijo una y otra vez. La verdad la quemó por dentro como un río de lava caliente. Se había enamorado de él. Lo amaba de verdad. Con todo su corazón, su cuerpo y su alma.

 

–Estás muy pálida, Paula. Siéntate –le dijo Gabriela yendo a su lado–. ¿Te duele algo?

 

–No –susurró Paula –. Estoy bien, solo un poco mareada.

 

No quería preocuparlos, pero tampoco podía decirles la verdad, que lo que le pasaba era que acababa de darse cuenta de que amaba a su marido.

 

–¿Te sientes mejor? –le preguntó Leticia unos minutos más tarde.


 –Sí.

 

Físicamente estaba mejor, pero emocionalmente... Lo que sentía por Pedro hacía que fuera vulnerable y que él pudiera llegar a hacerle mucho daño cuando ya no la deseara. Porque estaba segura de que él no la querría a su lado para siempre. Nadie lo había hecho. Fue un alivio pensar que ya tenía hecho el equipaje porque, si volvía a pedirle que se quedara con él, no iba a ser capaz de dejarlo. Decidió que tenía que cortar por lo sano y no volver a Hood Hamlet por mucho que le tentara la idea de verlo. Miró el sobre con los papeles del divorcio. Pensó en firmarlos antes de irse. Pero no sabía si era lo suficientemente fuerte como hacerlo. Decidió que lo mejor era irse de allí antes de que Pedro regresara a casa.

 

–Ya estoy bien, de verdad –les dijo Paula a sus nuevos amigos.

 

Los vió tan aliviados que se sintió más culpable aún, pero ya había tomado la decisión de irse antes de que Pedro volviera. Sabía que estaba siendo una cobarde, pero sentía que debía apartarse de él antes de que él la dominara por completo. No podía entregarle su corazón.



 

Pedor sabía que había lugares peores que esa cueva de nieve en medio de la montaña. Al menos estaba con sus mejores amigos y a salvo.  Tomó un sorbo de su botella de agua. El líquido calentaba un poco su cuerpo, pero habría preferido poder estar abrazado a Paula en su cama. La echaba de menos y no iba a ser fácil pasar un tiempo sin ella, pero entendía que tuviera que volver a su trabajo.


 –¿De quién fue la genial idea de dormir aquí? –preguntó Hughes.

 

–De Paulson –contestaron Porter, Moreno y Pedro al mismo tiempo. 

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