viernes, 20 de noviembre de 2020

Mi Destino Eres Tú: Capítulo 2

 -¡Dios, qué día! -se quejó-. Y no lo digo solo por la maldita artritis.


-Pues por aquí tampoco hemos tenido mucha paz -contestó su mujer levantando la cabeza con una sonrisa-. ¡Si te hubieras tomado tus pastillas a la hora de comer,..!


-¿Te lo dije? -preguntó Miguel levantando ambas manos y encogiéndose de hombros.


-Exacto, te lo dije -repitió Alejandra-. Tu hija tiene un problema.


-¿Mi hija?


Miguel Chaves estaba seguro de una cosa: Alejandra, juez del Tribunal Superior de Justicia, era la encargada de dar órdenes en lo referente a las mujeres de la familia, y solo acudía a él cuando necesitaba que repitiera lo que ella ya había decidido de antemano. Así pues, lo único que tenía que hacer era averiguar qué quería Alejandra que repitiera.


-Paula, ¿Tienes un problema? -inquirió Miguel.


-No exactamente -contestó la niña enderezándose en el asiento-. He... he roto mi compromiso con David -confesó por fin a toda velocidad. 


-Ah -contestó Miguel tratando de pensar también a toda velocidad-. ¿David?, ¿Te refieres a ese tipo repugnante que ha estado merodeando por aquí durante los dos últimos meses?


-El mismo -contestó Alejandra.


-Papá...


-¡Qué buena idea! -la interrumpió su padre-. Y ahora que lo pienso, tampoco aguanto a su padre. Pero entonces, ahora tienes más tiempo libre, ¿No?


Paula vaciló. ¿Más tiempo libre? Su padre se había hecho muy mayor, pero no había perdido agilidad mental. Y, en aquella familia, una chica que hablara sin pensar podía verse envuelta en muchos problemas. Sin embargo, si se trataba solo de tiempo libre... ¿Cómo podía eso causarle problemas?, se preguntó dándole vueltas al asunto.


-Pues... sí-contestó ansiosa, mirando al suelo.


-Bien, porque necesito ayuda.


Paula levantó la vista de inmediato. Su padre se había dejado caer en su sillón favorito y leía el Boston Globe. Su madre, siempre ocupada, había dejado la labor y lo miraba.


-¿Que necesitas ayuda?


Aquello parecía imposible. Paula había visto a su padre gobernar el mundo durante toda su vida. Solo de vez en cuando lo había visto volverse hacia su mujer para pedir consejo. Su hermana Delfina se había echado a reír y le había dicho que se equivocaba, que era su madre la que lo dirigía todo, pero ella no la había creído. Y de pronto...


-Sí, necesito ayuda, cariño -insistió su padre dejando el periódico a un lado-. A tí te gustan los niños, ¿Verdad? Me refiero a los pequeños.


—Sí -contestó Paula vacilante, cruzando los dedos-. Me gustan los niños pequeños.


-Entonces todo arreglado -afirmó Miguel volviendo a su periódico.


-¿El qué? ¿Qué es lo que está arreglado? -preguntó Paula.


-¿Es que no te lo he dicho? -preguntó a su vez Miguel volviendo a apartar el periódico.


-No, me temo que no, cariño -contestó Alejandra en un tono de voz muy expresivo, que Hope había aprendido a interpretar a base de experiencia. Aquello significaba que su madre... o su padre... se estaba burlando de ella. O los dos-. Deberías explicarte, Miguel. 

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