miércoles, 18 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 71

 Abrió la boca y volvió a cerrarla sin decir nada. No tenía palabras.

 

–Empezaremos de nuevo, Paula, no quiero divorciarme, nunca lo he querido. Pero estaba demasiado herido para darme cuenta. Solo te quiero a tí.

 

El corazón le latía a mil por hora en el pecho.

 

–El amor es... –comenzó ella.

 

–Lo único que importa –la interrumpió Pedro mientras tomaba su mano izquierda–. No he sido un buen marido. Después de lo de Ignacio, tenía miedo de perder el control y terminar como él. Me abrumaste cuando nos conocimos y fue genial al principio. Todo era nuevo, pero me asusté y traté de volver a tomar las riendas de mi vida. Por eso no me abría a tí y trataba de mantener las distancias. No me extraña que quisieras separarte, te merecías algo mejor. Pero ahora estoy dispuesto a darme completamente a tí si me ofreces esa oportunidad. Te quiero.


Ella luchó contra el impulso de aceptar sin más el amor que Pedro le ofrecía.

 

–No sabes cuánto te lo agradezco, pero he visto lo que les pasó a mis padres. Por mucho que lo intentemos, el matrimonio no va a durar.

 

–Has tenido ejemplos nefastos a tu alrededor, pero muchos matrimonios duran, Paula. Y el nuestro lo hará si estamos dispuestos a trabajar por él. Sé que eres una luchadora y yo también.


Quería creerlo, pero el miedo la detenía.

 

–Aunque luchemos por nuestro matrimonio, no sé cómo ser una buena esposa. No soy como Nadia, Leticia o Gabriela. Necesitas a alguien digno de tí. Perfecto para tí. Y esa no soy yo.

 

–A lo mejor no eres la mujer perfecta, pero eres la mujer perfecta para mí.

 

Pedro apretó la mano contra su boca y la besó.

 

–Eres lo mejor que me ha pasado, Paula. Me llenas y me liberas, me haces más fuerte.

 

–Pero...


 –¿No te das cuenta de que eres increíble? Me encanta que estés dispuesta a correr hacia un volcán en erupción para obtener los datos que necesitas cuando todo el mundo sale huyendo. Esa es la mujer que amo, la mujer con la que me casé y la mujer con la que quiero envejecer. 


Se le llenaron de lágrimas los ojos.

 

–Pero te mereces algo mejor.


 –Tú también. No soy el hombre ni el marido perfecto. Soy demasiado serio y me cuesta expresar mis sentimientos.

 

–Bueno, ahora mismo lo estás haciendo muy bien.

 

–No es fácil –admitió Pedro–. Pero tú haces que merezca la pena. Los dos tenemos mucho que aprender. No siempre acertaremos, pero podemos hacer que esto funcione. No tengo ninguna duda. Pero no lo sabremos si no estamos dispuestos a darnos una oportunidad. Yo lo estoy.


Sentía que la esperanza empezaba a inundarla.

 

–Me encantaría creer que pudiéramos tener una vida y un futuro juntos...


Él la besó en los labios.

 

–¡Créelo! ¡Sigue casada conmigo!


Creía que Pedro era su única oportunidad de tener un amor para toda la vida. Le había demostrado que la conocía y la entendía mejor de lo que se conocía ella misma. El miedo seguía recordándole todas las cosas que podían salir mal, pero se dio cuenta de que no era una razón suficiente para alejarse de algo que tenía el potencial de ser maravilloso.


 –De acuerdo –le dijo ella.


Tenía miedo, pero estaba dispuesta a intentarlo. Le dió a su esposo un beso lleno de esperanza y sueños para los dos.


 –Te quiero y deseo que esto funcione más que cualquier otra cosa – añadió con emoción.

 

–Lo conseguiremos –repuso Pedro abrazándola.

 

–Entonces, ¿Qué pasa ahora?


Pedro sacó dos alianzas de oro de su bolsillo. Le puso la de ella en el dedo anular.

 

–Ahora te toca a tí –le dijo él.


Paula le puso emocionada la alianza a su marido.


 –Tendremos que decidir dónde vamos a vivir para que busque trabajo en otro hospital –le explicó Pedro–. Me encanta vivir en Hood Hamlet, pero lo que quiero es vivir donde estés tú. Ya sea aquí junto al monte Baker o en el fin del mundo. En casi todos los sitios necesitan médicos. Podemos ir a Hood Hamlet de vez en cuando o no hacer ningún plan en absoluto e ir decidiendo sobre la marcha. Los planes están sobrevalorados.


Su corazón se llenó de amor y respeto por su esposo.

 

–Eres increíble, doctor Alfonso.

 

–Tú tampoco estás mal, Chica Volcán.


Cuando Pedro la besó, la tierra tembló. Otro terremoto en el monte Baker. Paula no había sido tan feliz en su vida. No necesitaba un castillo de cuento. Ese volcán era el escenario perfecto para Pedro y ella, el escenario donde se representaba su historia de amor con un nuevo comienzo. 





FIN

1 comentario: