lunes, 9 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 48

 –Estoy aprendiendo lo importante que es tener amigos. Me doy cuenta de que era algo que no había apreciado hasta ahora, lo había dado por sentado.

 

–No deberías tener una mascota si vas a pasar tanto tiempo fuera.

 

–No suelo tener tantos turnos. Creo que un gato me vendría bien. Como me dijiste, son muy independientes.

 

–Pero, aunque lo sean, también necesitan sentirse queridos y cuidados.


Pedro se acercó un poco más a ella. Había mucha tensión entre los dos. Sabía que no debía desear que la besara, pero no podía evitarlo. «Mira hacia otro lado, aléjate», se dijo. Pero no podía, no quería. Estaba fascinado por sus ojos azules y labios carnosos. De manera instintiva, se humedeció los labios.

 

–Por si sigues preocupada, me quedé a dormir en casa de un amigo anestesiólogo –le dijo Pedro.


La oleada de alivio no hizo nada para apagar la llama de deseo que crecía en su interior.

 

–Gracias.

 

–Gracias a tí –respondió él.


 –¿Por qué?


 –Por esto...

 

Pedro inclinó la cabeza y la besó apasionadamente. Paula sintió que moría y subía al cielo en décimas de segundo. Se dejó llevar a un mundo de sensaciones increíbles. El corazón le latía con fuerza. Era perfecto. Había familiaridad en el beso, sus labios se reconocían y sentía que estaba de vuelta en casa, que era allí donde tenía que estar, donde había deseado estar durante los últimos meses, entre sus brazos. Había pensado en él, soñado con él y lo había echado mucho de menos. Era un lugar delicioso del que no quería irse. Cada roce de su boca y de sus manos hacía que lo deseara más aún. No necesitaba analgésicos, solo a él para sentirse mejor. Le hervía la sangre, sentía cómo corría por sus venas.  Hacía mucho tiempo, demasiado, que no se sentía tan deseada. Recorrió con su mano la espalda, acariciándola y acercándola aún más a su torso.  Necesitaba mucho más. Los besos no eran suficientes. Separó los labios y él aceptó la invitación, profundizando aún más en el beso. Sus lenguas se encontraron y recordó todos los besos que habían compartido, los buenos momentos en su matrimonio cuando ella había creído que podría durar para siempre. Pero no quería pensar ni analizar ese beso, solo deseaba disfrutar del momento.  El deseo podía con ella y un gemido escapó de sus labios. Necesitaba más. Él la atrajo más cerca de su cuerpo y ella se arqueó hacia atrás, pero se quedo inmóvil de repente cuando chocó contra algo duro que le produjo un gran dolor en el abdomen. Se apartó de él con una mueca de dolor, le temblaban las rodillas. La sujetó con fuerza mientras trataban los dos de recobrar el aliento. Se enderezó y bajó la vista. Había sido la escayola la que le había producido tanto dolor. El brazo estaba atrapado entre los dos, como una barrera imposible de superar. A pesar del dolor, seguía embriagada por sus besos.


 –Lo siento mucho –le dijo ella cuando pudo hablar.

 

Pedro se inclinó hacia delante, respirando con dificultad.

 

–Dame un segundo –murmuró.

 

–Parece que ha sido más peligroso de lo que imaginaba.

 

–No tienes ni idea.


Paula fue hacia él, pero se lo pensó mejor y se detuvo. Sabía que, si lo tocaba, querría besarlo de nuevo. Además, seguía teniendo un dolor muy fuerte en el abdomen. Se apoyó en el sofá. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario