viernes, 6 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 41

  –¿Hablas del día de la boda? –le preguntó él.

 

Ella asintió con la cabeza. 


–Estaba en la pequeña habitación de la iglesia donde me preparé. Había estado trabajando en dos sitios para comprar el vestido de novia y pagar el banquete. Estaba arreglándome el velo cuando Pablo entró. Me dijo que había estado despierto toda la noche pensando en esa boda y que había llegado a la conclusión de que no podía casarse.


 Apenas pudo contener la ira contra ese hombre al que ni siquiera conocía. No quería ni pensar en lo mal que se habría sentido Paula.

 

–Me dijo que yo no era especial y que casarse conmigo era una carga que no quería tener que sobrellevar. La verdad es que no lo culpo por no querer casarse conmigo. 


–No digas eso. Ese tipo estaba mal de la cabeza si pensaba eso de ti.

 

–Bueno, el caso es que al final superé aquella desilusión y seguí con mi vida. Y te conocí.


Recordó entonces la conversación que habían tenido frente a la capilla de Las Vegas. Paula le había sugerido que entraran e hicieran oficial su relación. También le había pedido que no se olvidara de ella cuando regresaran a Seattle y que esa opción era mejor que tener que organizar durante un año una boda para que después la dejaran en el altar. Y él le había dicho que nunca la dejaría de ese modo. Se sintió en ese momento muy culpable. Pedro la había dejado. En cuanto ella mencionó el divorcio, se había ido del piso. Se preguntó si ella habría sacado ese tema a modo de test, para ver el grado de compromiso que tenía con ella. Aunque no le gustaba la idea de que jugara con él, sentía que la había fallado y la había abandonado en cuanto tuvo una oportunidad.

 

–Lo siento.

 

–No te preocupes. Eso fue mucho antes de conocerte –le dijo Paula.

 

–Lo sé, pero yo también te dejé. Si hubiera sabido...

 

–Si lo hubieras sabido, ¿Habrías hecho las cosas de otro modo?

 

Se quedó pensativo unos minutos.

 

–No, probablemente no.

 

–Gracias por tu honestidad.

 

–Gracias a tí por contármelo.


Paula sonrió, pero fue un gesto frío y sin vida.

 

–Bueno, más vale tarde que nunca.


Pero él sabía que era demasiado tarde para hacer nada al respecto. Al menos, eso creía. 



Paula repitió en su cabeza la conversación que había tenido con Pedro. Se dió cuenta de que había sido un acierto por su parte tomar la decisión que había tomado un año antes. Creía que su matrimonio no había sido real. Era un alivio ver que los dos parecían tenerlo claro, pero también muy triste.


 –¿Quieres otro café? –le preguntó Pedro desde la cocina.

 

–No, gracias.


Sabía que las cosas habían terminado. Por eso no entendía que le doliera tanto ver que Pedro tampoco quería estar con ella y creía que el divorcio era lo mejor que podían hacer. Suponía que algunas personas no estaban hechas para el matrimonio. Como sus padres.

 

–Hoy tienes mejor aspecto –le dijo Pedro cuando volvió a su lado con una taza de café.

 

–Gracias. Poco a poco.


Físicamente, se encontraba mejor. No podía decir lo mismo de su estado emocional.


 –Estarás cansado después de trabajar toda la noche. Vete a la cama, estaré bien.


 –No, el café me ha quitado el sueño –le dijo él.

 

No podía creerse lo que estaba pasando y sonrió.

 

–¿En qué estás pensando? –le preguntó Pedro.

 

–En que me sorprende que todavía estés aquí.

 

–¿Dónde iba a estar si no? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario