miércoles, 4 de noviembre de 2020

Otra Oportunidad: Capítulo 39

 –No, es imposible. Nos casamos en Las Vegas dos días después de conocernos. Fue muy impulsivo y romántico. Los primeros meses fueron como vivir en el paraíso, pero ahora sé que no deberíamos habernos casado sin llegar a conocernos mejor.


En cuanto terminó de hablar, lamentó haberlo hecho. Creía que había dicho demasiado.

 

–El amor no sabe de lógica –le dijo Brenda con compasión en los ojos.


No la corrigió, pero seguía creyendo que lo que había sentido por Pedro no había sido amor, sino lujuria. Le había dado miedo entregarle su corazón para que después la dejara como habían hecho todos en su vida. Lo que habían compartido había sido estupendo, a veces incluso maravilloso, pero no podía durar, sabía que era imposible y por eso habían terminado por separarse. Aun así, habría deseado que durara un poco más de tiempo. Algo así como toda la eternidad.



 A la mañana siguiente, cuando Pedro abrió la puerta de la cabaña, solo tenía una cosa en mente, dormir. Llevaba mucho tiempo durmiendo mal y esa primera noche de trabajo había sido muy dura. Le habían entrado ganas de estacionar junto a la carretera y echar una siesta, pero no quería que Brenda tuviera que estar allí más tiempo del necesario. Además, quería ver cómo estaba Paula. Durante la noche, había tenido la tentación de llamarlas, pero no había querido despertarlas. Lo recibió el aroma del café recién hecho y de algo que acababan de hornear. No estaba acostumbrado a encontrarse con olores tan agradables al llegar a casa. Oyó las risas de las dos mujeres, lo había echado mucho de menos. El sonido de las carcajadas de Paula lo atravesó sin previo aviso, llenando todos los espacios vacíos en su interior. Había encontrado un buen lugar para vivir en un pueblo maravilloso, pero algo faltaba en su vida, una mujer. Creía que después del divorcio las cosas le resultarían más fáciles. Eso esperaba.


 –Buenos días, señoras –les dijo al verlas en el salón.


 Brenda se volvió y lo saludó con una amplia sonrisa.

 

–Hola, doctor. Justo a tiempo. Las magdalenas estarán listas en unos minutos.


Paula lo miró. No sonreía, no había ningún tipo de expresión en sus ojos. Nada.


 –¿Cómo te ha ido? ¿Mucho trabajo?

 

Había tenido paros cardiacos, fracturas, una apendicitis, una víctima de bala y dos accidentes de tráfico. Y, por supuesto, también dolores de oído, ataques de asma y cortes poco importantes.


 –Lo normal –le dijo él.


 –Será peor la próxima semana –le advirtió Brenda–. Es luna llena.

 

–Gracias por el consejo. ¿Cómo van las cosas por aquí?

 

–Bien –le dijo Paula–. Me acosté media hora después de que llegara Brenda y me desperté hace una hora.


 –Ha sido muy fácil. Paula es la paciente perfecta –le dijo Brenda mientras le enseñaba la revista de bodas que estaban mirando las dos–. Y tiene buenos consejos para planificar una boda.


 –¿En serio? ¿Te ha dicho cómo es que te case un imitador de Elvis? – le preguntó Pedro. 

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