miércoles, 30 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 35

 No, vacío era lo que se sentía al estar junto a una tumba y no ser capaz de mirar el ataúd. Paula se puso en pie. Durante un momento, Pedro pensó que iba a acercarse a él para darle un abrazo. Se alegró de que no lo hiciera.


—Algunas personas dejan un gran espacio vacío cuando se van — susurró—. Zapatos que no se pueden… —hizo una pausa—. Perdón.


Quería decir, espacios que uno no puede volver a rellenar por mucho que lo intente. Finn no dijo nada porque no quería parecer que estaba de acuerdo con ella. Eso sería mentir. Él había llenado esos espacios mucho tiempo atrás. Apenas se podía decir que los había tenido alguna vez. Asentarse en un sitio facilitaba que se creara un espacio vacío. Y había aprendido que, si se movía lo bastante deprisa, podría evitar ese tipo de espacios continuamente. Como resultado, su vida siempre estaba llena, y nunca vacía. Pero entonces, cometió el error de mirarla y, la expresión de sus ojos, provocó que se rompiera algo en su interior. No podía permitírselo. Esas pequeñas grietas en su armadura podían ser el principio de todo.


—No sé tú, pero yo estoy listo para irme a la cama —dijo él, mirando hacia la cabaña.


Y antes de que ella pudiera contestar, se puso en pie y se dirigió hasta allí. Paula sintió que algo golpeaba suavemente sobre su hombro. Se movió para retirarse y se chocó con algo sólido y caliente. Algo que también susurraba su nombre… Despacio, abrió los ojos y trató de concentrarse en la silueta que tenía delante. Pensó que se trataba de Pedro.


—Buenos días —dijo él.


Paula trató de contestar, pero no pudo.


—Deduzco que has dormido bien. O mejor.


¡Su rostro estaba muy cerca del de Pedro Alfonso en la semioscuridad! ¿Cómo había sucedido? 


—Es hora de ir a desayunar —dijo él.


—Quiero un bagel de salmón ahumado y un capuchino, por favor — dijo ella.


—Qué simpática —dijo él, y se separó una pizca.


«Vuelve», pensó Paula. «Vuelve y acerca tus labios a los míos otra vez. Deja que me crea que ibas a besarme».


—En lo del salmón has acertado —dijo Finn—. Es un buen momento del día para pescarlo. Vamos —dijo Finn y le acarició la cabeza alborotándole el cabello. 


Después, bajó de la cabaña y se acercó a las brasas para intentar reavivar la hoguera de la noche anterior. Ella cerró los ojos y se contuvo para no gritar de frustración. «Me ve como si fuera su hermana. Nada más», pensó. «Al fin y al cabo, eres mucho más joven que él. Y tiene novia». Paula cerró los ojos y apretó los dientes. «Ya lo sé. Ya lo sé». Cuando abrió los ojos de nuevo vió que Pedro avanzaba por la playa con un arpón en la mano. De pronto, sintió como si su corazón se escapara de su pecho y fuera tras él, a buscarlo. Suspiró y se cubrió el rostro con las manos. Creía que conocía el significado de la palabra «nostalgia» antes de llegar a esa isla, pero estaba equivocada. Muy equivocada. Y una vez que conocía perfectamente cuál era el significado de esa emoción, tenía la sensación de que solo por ello, aquella isla podía pasar de ser un paraíso a ser un infierno. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario