miércoles, 2 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 43

 Paula escuchó la voz de Pedro en cuanto entró en la casa. Se detuvo en seco, no para escuchar la conversación, sino para deleitarse con aquella maravillosa voz que despertaba el deseo en su cuerpo.


–Comprendo tus preocupaciones, Vanesa, pero ella no es la mujer que la prensa ha hecho creer.


Paula se quedó atónita al darse cuenta de que Pedro estaba hablando con su cuñada sobre ella. Se quedó inmóvil, presa de la curiosidad.


–De eso hace muchos años, Vanesa. La gente cambia. Ella ha cambiado. ¿Recibiste una carta suya? Pues no deberías haberla tirado. Ella te la escribió para decirte lo mucho que lamentaba la muerte de Luca. Lo decía en serio, Vanesa. Estoy seguro de ello.


El corazón de Paula le latía con fuerza contra las costillas. Pedro la estaba defendiendo frente a su cuñada. Casi no se lo podía creer.


–Lo comprendo, Vanesa, pero es hora de que sigamos con nuestras vidas. Por el bien de Tomás –dijo. Entonces, se detuvo como si estuviera escuchando–. No podemos cambiar el pasado, por mucho que lo queramos. Sé que a Paula le gustaría. Siente profundamente lo que le ocurrió a Luca.


Paula sintió que se le doblaban las rodillas y tuvo que agarrarse al pomo de la puerta.


–Como tú quieras, Vanesa, pero piensa en lo que te he dicho. Vivir en el presente es lo mejor para tu hijo. Es un buen chico y Luca habría estado orgulloso de él. No querrás que crezca con miedo y resentimiento, ¿Verdad?


Paula soltó la puerta y recordó que aquella era una conversación privada. Echó a correr y atravesó el vestíbulo. Se sentía confusa, pero no podía dejar de sonreír. Pedro la había defendido. 




El sol se filtraba por las ramas. Paula se reclinó sobre su cojíncon un suspiro de felicidad.


–¿Más? –le preguntó Pedro mientras le ofrecía un racimo de uvas recién cortado.


–No puedo. He comido como un caballo.


–¡Yo sí quiero! –exclamó Giuliana mientras se acercaba a ellos corriendo. La escayola que llevaba en la muñeca era el único recordatorio de lo ocurrido la semana anterior.


Paula miró a Pedro y se dió cuenta de que los dos habían compartido el mismo pensamiento. Sonrió y él le devolvió la sonrisa. Era como ver salir el sol después de una noche interminable.


–Pedro, ¿No me das?


Él centró su atención en la pequeña.


–Por supuesto, Giuliana –le dijo mientras le entregaba el racimo.


Después se volvió a tumbar apoyándose sobre los brazos. Si se acercaba un poco más, Paula y él se tocarían. Pedro no la había tocado desde el día del accidente. 


Paula jamás olvidaría la magia del beso que habían compartido. Le preocupaba lo mucho que lo deseaba, pero después de haber escuchado cómo la defendía frente a Vanesa, había dejado de inquietarse. Tenía la completa seguridad de que las cosas habían cambiado entre ellos. Cuando levantó la mirada, vió que él la estaba observando. Pedro sonrió y ella tuvo que agarrarse a la hierba para no levantar las manos y acariciarle el rostro. 

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