miércoles, 16 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 1

 El ruido del motor del helicóptero hacía que hablar fuera imposible. Y casi mejor, porque Pedro no sabía qué decirle a la mujer que estaba sentada a su lado. Tenía cara de susto, las rodillas apretadas y se agarraba con fuerza al cinturón como si fuera un salvavidas. ¿Qué diablos había hecho Simón?


—He encontrado una sustituta estupenda para Jimena Pirelli —le había dicho su productor—. ¡Espera a verla!


Sin embargo, Pedro no estaba seguro de que aquella propuesta fuera realmente buena. Él no habría elegido a una mujer como ella para el papel de estrella invitada. Era una mujer menuda. Una bailarina de ballet, o eso le había dicho Simón. De pie, apenas llegaba a sus hombros. Nada que ver con la jugadora de tenis de cabello rubio y cuerpo de deportista que se suponía debía de ir sentada a su lado. No, aquella mujer era tan delgada que era como si no estuviera allí. Y parecía que podía salir volando si el viento soplaba con fuerza. Al pensar en el viento, él se volvió para mirar por el parabrisas del helicóptero. El parte meteorológico había advertido de que habría tormenta de madrugada, pero parecía que el variable clima tropical había decidido darles una bienvenida espectacular. 


Una nube gris se extendía por el horizonte y el mar empezaba a oscurecerse y a picarse. El piloto también frunció el ceño y se volvió para mirar a Pedro, negando con la cabeza antes de concentrarse en el horizonte. Por eso quitó el cinturón de seguridad y alcanzó su mochila. Estaba convencido de que aquella bailarina no soportaría lo que se avecinaba y él tendría que retirarse a la isla desierta donde viviría temporalmente acompañado únicamente por Diego, el cámara de televisión. ¿De veras Simón pensaba que aquella mujer era adecuada para un programa de televisión sobre la capacidad de supervivencia? Miró a Diego un momento y ambos se fijaron en la mujer que estaba sentada entre ellos. Al parecer, Pedro no era el único que pensaba que Simón se había equivocado.  Diego comenzó a moverse también, asegurándose de que llevaba todo el equipo con él. El resto de los miembros del equipo llegaría más tarde, por medios más civilizados. Por el momento solo necesitaban a Diego, que estaba acostumbrado a ir detrás de Pedro haciendo lo que le pidieran. La bailarina los observaba como si nunca hubiera visto a alguien preparar una mochila. Estaba completamente quieta y solo dirigía la mirada de uno a otro.


—¿Qué sucede? —preguntó ella.


Pedro no oyó sus palabras, solo pudo leer sus labios. Él señaló hacia las nubes oscuras que cubrían la isla y gritó:


—Se acerca una tormenta. Tenemos que irnos.


Era afortunada. Si él hubiera estado solo, habría saltado al agua con el helicóptero en movimiento. Pero era algo muy peligroso para una novata. Tendrían que saltar, pero sobre la orilla de una playa extensa. Nada parecido al descenso controlado que habían planeado. Pero en aquella forma de vida, había una cosa segura… Nada salía tal y como estaba planeado. Y por eso le gustaba tanto. Pedro movió el cinturón de seguridad de la bailarina y ella se aferró a él con más fuerza.


—Faltan dos minutos —dijo él, y señaló hacia la tierra. 

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