lunes, 28 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 29

 Tras caminar un par de minutos, Pedro se detuvo para mirar el tronco de una palmera. Sacó el machete y comenzó a cortarlo. Paula se contuvo para no estremecerse. La imagen de un hombre enfrentándose a la naturaleza hacía que a una chica le temblaran las piernas. Cuando él ya casi había terminado, empujó el tronco y abrió un agujero en el tocón. Inmediatamente, el tocón comenzó a llenarse de un líquido transparente.


—Aquí tienes… —dijo él, señalando el líquido—. Si tienes sed, puedes beberte esto.


Paula se sujetó la coleta y se agachó para beber del tronco. El líquido tenía un sabor parecido al agua, pero era un poco más dulce. Cuando terminó de beber, se retiró y dejó que Pedro bebiera. Lo miró, consciente de que debía calmar la sensación de ternura que la había invadido por dentro al ver que él había tenido ese detalle con ella. «Sé que no es para mí», se dijo en silencio. «Sé que después de esta semana lo más probable es que no volvamos a vernos. Pero voy a disfrutar de lo poco que puedo tener antes de regresar y enfrentarme al desastre en que he convertido mi vida». Ella se sentía viva desde que había conocido a Pedro Alfonso y esa sensación la asustaba y la emocionaba al mismo tiempo.


—¿Mejor? —preguntó Pedro cuando terminó de beber.


—Mucho mejor —dijo ella—. ¿Cuánto falta para llegar al campamento?


Pedro entornó los ojos y miró hacia la densa vegetación que se extendía delante de ellos. Mientras trataba de darle una respuesta, oyó que a Paula le sonaba el estómago.


—Como una hora —dijo, volviéndose hacia ella con una sonrisa—. ¿Por qué no buscamos algo de comer por el camino?


—¿Te apetece un aperitivo? —preguntó Pedro, y esperó a que Paula contestara.


Diego, que había compartido suficientes aventuras con Pedro como para saber qué tipo de aperitivo podía ser, preparó la cámara.


—Estoy hambrienta —dijo ella.


Bien. Con lo que Pedro tenía en mente, era mejor que lo estuviera. Dió una patada a un tronco podrido que había en el suelo y observó cómo se deshacía. Al retirar la corteza encontró unas larvas blancas. Agarró un par de ellas y se las metió en la boca como si fueran caramelos.


—Son una fuente estupenda de proteínas —dijo él, antes de masticarlas. 


Después, las tragó lo más rápidamente posible y sonrió a la estrella invitada, confiando en que podría convencerla para que las probara. No tenía sentido decirle que sabían a pies. Agarró otra larva y se la ofreció a Paula. Ella dió un paso atrás. «Vamos, Paula. Hoy me has sorprendido a cada momento. No me decepciones ahora».


—Dijiste que estabas hambrienta.


Paula no contestó. Estaba demasiado ocupada mirando cómo se movía la larva sobre la mano de Pedro. 

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