viernes, 25 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 24

 No le extrañaba que las cámaras lo siguieran a todos lados. Y que tuviera un montón de admiradoras en las redes sociales. Pero las cámaras no apreciaban la realidad. No conseguían captar toda la energía que desprendía su cuerpo, ni la sensación de que podía suceder cualquier cosa a su alrededor. Incluso lo imposible. Y desde luego, tampoco transmitía la manera en que sus sonrisas hacían que a una chica le temblaran las piernas. Paula se volvió para mirar a Diego. Mientras ella había estado admirando a Pedro desde atrás, él había empezado a grabarla con su cámara. Ella deseó gruñir. Sin embargo, tragó saliva. Quizá los cámaras no captaran la realidad de Pedro, pero sabía que eran muy buenos captando todo aquello que la gente no quería mostrar, y lo último que deseaba era que captaran cómo se fijaba en Finn. Eso sería demasiado humillante. 


Pedro observó cómo Paula frotaba el cuchillo sobre el pedazo de pedernal que le había dado. Ni una chispa. Y no conseguiría ninguna si continuaba acariciando la piedra con el cuchillo. La corteza de coco que habían puesto debajo no llegaría a prenderse. Era evidente que era la primera vez que lo intentaba, así que se mordió la lengua y continuó mirándola. Tarde o temprano lo conseguiría. Solo tenía que seguir probando. Aquella mañana ni siquiera se había quejado de tener frío o de estar empapada. Simplemente había escuchado con atención todo lo que él había dicho acerca de la yesca, las astillas y el combustible y lo había ayudado a reunir todo lo necesario, sin pedir más datos. Y cuando él le explicó cómo preparar el fuego, ella lo observó y lo imitó, siguiendo sus instrucciones al pie de la letra. Lejos de ser una diva, aquella bailarina se estaba convirtiendo en una agradable sorpresa. Lo único que le faltaba era conseguir una chispa. Ella se detuvo un instante y lo miró con cierta expresión de pánico. Era la primera vez que la veía mostrar alguna emoción aquella mañana.


—En los lugares salvajes del planeta, el fuego es lo más importante — dijo él—. Sin fuego no podríamos sobrevivir. Lo necesitamos para hervir el agua, cocinar, calentarnos y protegernos. Te daré muchas más oportunidades de aprender pero, por ahora, creo que tenemos bastante frío como para que lo intente yo.


Paula pestañeó y alzó la barbilla una pizca. Pedro esbozó una sonrisa. Bien. Aquella chica era un poco cabezota. Lo necesitaría si quería pasar los retos que se le presentarían esa semana, sobre todo la sorpresa final que preparaba para todas las estrellas invitadas. Ella le dió el cuchillo y el pedernal y él comenzó a encender el fuego.


—De hecho, hay una cosa incluso más importante que el fuego para sobrevivir —dijo él.


La cascara de coco empezaba a echar humo. Pedro la agarró y sopló despacio para avivar la llama. Hacer un fuego requería práctica. Después, giró la cascara del coco para que se expandiera la llama y la colocó en el centro del montón de astillas que había preparado. No pudo evitar sonreír, siempre disfrutaba haciendo aquello, por muchas veces que lo repitiera. Miró a Paula y vió que ella también sonreía. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario