lunes, 28 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 26

 Él hizo una pausa y la miró.


—Vamos —dijo con una sonrisa—. Te llenarás de moho si sigues con esa ropa mojada.


Terminó de quitarse los pantalones y los colgó junto a la camisa en uno de los arbustos mirando hacia el fuego. Ella se tranquilizó una pizca al ver que él no continuaba quitándose la ropa interior. Cuando Pedro terminó de colgar la ropa se volvió para mirarla. Ella agarraba la parte delantera de su blusa de algodón como si dudara en quitársela. Paula se percató y pensó en qué imagen se estaría creando él de ella. ¿Creería que era una mujer tímida? ¿Recatada? Desde luego no parecía el tipo de mujer impulsiva y libre que resultaría atractiva a alguien como Pedro Alfonso. El tipo de chica que sonreiría a ese hombre tan estupendo que acababa de desnudarse delante de ella y que la invitaba a hacer lo mismo. «El tipo de chica que ya le ha robado el corazón», pensó ella. Pedro se volvió hacia el agua verde y transparente.


—Voy a darme un baño para deshacerme del viaje en helicóptero, de la tormenta y de todo lo que lleve pegado al cuerpo —dijo, y corrió por la arena hasta el agua.


Ella no podía quedarse allí empapada, sudorosa y oliendo cada vez peor. Deseaba darse un baño, el cielo estaba azul, la arena parecía helado de vainilla y el mar… Anhelaba sentir el agua sobre la piel, acariciándole las piernas y relajándole el cuerpo. Sin pensárselo dos veces, se quitó los pantalones, la blusa y la camiseta interior y los colgó sobre un arbusto. Curiosamente estaba acostumbrada a desnudarse a menudo entre los bastidores. En esos momentos, nadie podía permitirse ser tímido y ella siempre había hecho lo que tenía que hacer, sin pensárselo. Pero ese día no estaba entre bastidores. Y Pedro no era uno de sus compañeros de baile. Enderezó la espalda y se dirigió hacia la orilla. En su mundo, su cuerpo delgado y musculoso se consideraba perfecto. Sin embargo, en el mundo real la gente consideraba que era plana como una tabla de planchar. El comentario que Diego había hecho la noche anterior sobre Jimena Pirelli, lo había dejado bien claro. Quizá por eso a ella le había dado un ataque de timidez. Pero a pesar de que sabía que era imposible, que él ya estaba comprometido con una mujer y que no se fijaría en ella, su instinto femenino quería impresionar a Pedro con sus piernas musculosas y su elegante silueta. Pero cuando llegó a la orilla, él no estaba por ningún sitio. Era evidente que se había sumergido más adentro. Paula aprovechó para meterse en el agua y cerró los ojos un instante. Aquello era maravilloso. Cuando abrió los ojos vió que Pedro había salido a la superficie y ella fingió no verlo. Comenzó a echarse agua por la espalda como para lavarse y notó que se le aceleraba el corazón.Él se tumbó para flotar boca arriba y cerró los ojos.


—¿No te parece perfecto? —preguntó él. 

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