viernes, 11 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 65

 Paula miró a Pedro y analizó sus palabras. «Ahora, todo ha terminado». ¿No se había dicho ella que todo lo que compartían terminaría muy pronto? No se podía considerar una relación, a pesar de los momentos que compartían. Estaba basada tan solo en el placer sexual y en la conveniencia. Pedro jamás había hablado de un futuro que estuviera más allá de la rehabilitación de su nombre.


–Gracias –comentó ella por fin–. Sin tí, esto jamás habría ocurrido. ¿Y ahora, Pedro? –añadió tragando saliva–. ¿Qué vamos a hacer ahora?


La noche anterior, se había permitido soñar cómo sería la vida si él sintiera algo por ella de verdad. Si la amara. Paula quería formar parte de la vida de Pedro de un modo permanente. Había pasado de vivir en un total aislamiento a saber que, sin él, no tendría una vida plena. Tragó saliva. Comprendió que se había enamorado de él.


–¿Ahora? –preguntó él sin comprender a lo que ella se refería.


–Ahora se ha terminado.


Esperó que él le respondiera que lo suyo jamás terminaría. Que él sentía lo mismo que ella a pesar de las diferencias entre ambos.


–No es necesario hacer nada más. A partir de aquí, se harán cargo los expertos. Seguiremos con la estrategia de mostrarte por todas partes, aceptada por la familia y por todos los que importan. Mis guardaespaldas te protegerán.


–Por supuesto...


–Habrá un cierto interés cuando se sepa que eres inocente, pero, a la larga, espero que puedas empezar muy pronto la vida que tanto deseas.


Pedro le dedicó una sonrisa llena de benevolencia, como si fuera un adulto dándole a un niño un caramelo. Sin embargo, ella ya no quería la vida que había tenido antes si eso significaba dejarlo. Desgraciadamente, no era ella la que debía tomar esa decisión. Esperó que él dijera más, que hablara sobre ellos. Pedro no dijo nada. Vió la satisfacción en su mirada. Había conseguido su propósito contra todo pronóstico. El problema era que ella quería más.


–¿Y dónde estarás tú, Pedro? –le preguntó con un tono de voz muy tranquilo.


–¿Yo? –replicó él muy sorprendido–. Me quedaré en Roma un tiempo para ayudarte con la prensa. No tendrás que hacerlo sola.


–¿Y después de eso?


Pedro se encogió de hombros y se sirvió un café.


–Tengo asuntos en Nueva York que llevo un par de semanas retrasando –dijo. Asuntos retrasados por culpa de ella.


–¿Y después? –insistió ella. 


Quería que Pedro dijera algo sobre ellos. Sobre regresar a su lado o llevársela con él a Nueva York. Incluso la promesa de ir a verla a Inglaterra sería algo.


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