miércoles, 30 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 31

 El resto del equipo se había marchado en la lancha veinte minutos antes y ella no quería estar junto a Pedro a menos que fuera necesario. Era ridículo. Estaba en una isla desierta con el hombre de sus sueños y sabía que muchas mujeres aprovecharían la oportunidad para lanzarse a los brazos de Pedro Alfonso, independientemente de que tuviera novia. Pero ella no podía. Y no lo haría. Porque no quería que él fuera el tipo de hombre que caía fácilmente ante la tentación. Porque sabía que moriría si él contestara: «Sí, cariño. Disfrutemos de una apasionada aventura tropical». Entonces, él no sería el hombre que ella creía que era. Al menos, así podría mantener la idea que tenía acerca de Pedro. Paula negó con la cabeza y se concentró en la puesta de sol. Sin embargo, cuando se ocultó del todo, se vio obligada a marcharse de la playa. Oscurecía temprano y tenía que regresar junto al fuego que habían preparado. Y junto a Pedro. Él estaba cocinando lo que había pescado con un palo de bambú a modo de lanza. Ella se sorprendió al ver lo mucho que podía saciar un poco de pescado, unos tubérculos hervidos que Pedro había encontrado en el camino y medio coco. Con el estómago lleno, comenzaron a cerrársele los ojos. Bostezó y se cubrió la boca con la mano. Cuando abrió los ojos de nuevo, él la estaba mirando.


—Ha sido un día largo —dijo él—. Supongo que es hora de irse a la cama.


Paula asintió y se dirigió a la cabaña, colocándose con la cabeza hacia la entrada y cerca del fuego. ¡Había una gran diferencia con la noche anterior! Estaba caliente y seca, y Finn había acertado con lo del colchón de hojas. Se tumbó boca arriba y sintió que Pedro se acomodaba a su lado. Volvió la cabeza para darle las buenas noches y vio que estaba mirando lasestrellas desde la entrada, con una amplia sonrisa. El fuego iluminaba su rostro una pizca, dándole un aspecto adorable.


—Realmente te encanta lo que haces, ¿No? —dijo medio dormida.


—Aja —asintió él, sin dejar de mirar las estrellas—. ¿A tí no?


Paula se dió cuenta de que no podía mentir.


—A veces —contestó—. Pero a veces también lo odio —hizo una pausa—. Más bien lo odio casi siempre.


Pedro frunció el ceño y se volvió hacia ella, apoyándose sobre un codo.


—¿Y por qué haces algo que odias?


Paula miró hacia otro lado y contempló durante un rato la sombra del fuego reflejada en el techo.


—A veces hay que hacer lo que se espera de tí. Es decir, seguro que tú tienes que hacer ciertas cosas para seguir siendo el presentador de Fearless Pedro, ¿No? Y si no lo hicieras, decepcionarías a alguna gente.


Paula lo miró de reojo.


—Cierto —dijo él, y asintió de nuevo—. ¿Y quién esperaba que fueras una gran bailarina?


—¡Todo el mundo! —dijo y soltó una risita. 

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