miércoles, 9 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 58

 No sabía el tiempo que le quedaba con él, pero trató de convencerse que, fuera lo que fuera, habría merecido la pena. Simplemente, disfrutaría del placer mientras durara y no se dejaría llevar por la autocompasión. Ya tendría tiempo para eso más tarde. Solo debía tener en cuenta que, aunque Pedro era un buen hombre, no existía posibilidad alguna de que él pudiera amarla.


–¿Aún no estás vestida?


Paula se dió la vuelta y lo vio ataviado con un elegante esmoquin. Apretó los puños y apartó la mirada para tratar de ocultar sus pensamientos.


–Sigo creyendo que esto es una tontería. ¿Qué vamos a conseguir con que te vean en Roma conmigo? Nada más que escándalo.


–Lo que vamos a conseguir es que todo el mundo sepa que estoy orgulloso de estar contigo –replicó él mientras se acercaba a ella–. El pasado es pasado.


–¿No te das cuenta de que no va a servir de nada? Dirán que voy de un hermano a otro –susurró con amargura.


–Sí, pero hay mucho más. Debes tener paciencia.


–¿Qué es lo que me estás ocultando?


–Pronto, tesoro. Te prometo que todo esto habrá terminado muy pronto.


Pedro se acercó a ella y le acarició suavemente el escote de la camiseta. Los ojos se le oscurecieron y Paula sintió que el pulso se le aceleraba. Solo con una caricia, él siempre conseguía que ella deseara más.


–¿No me quieres contar las noticias?


–No se trata de eso. Necesito que me las confirmen y eso debería ocurrir muy pronto. Pero algo sí que te puedo contar. En cuanto estés lista, bajaremos y lo sabrás todo.


–¿Por qué no me lo dices ahora? Es mi nombre el que estás tratando de limpiar, ¿Recuerdas?


–Porque sé que si no te doy una razón para que te cambies y bajes, no saldremos de aquí en toda la noche –dijo, señalando el amplio surtido de prendas que colgaba del vestidor–. Pero ya sabes que el único modo de descubrir lo que yo sé es que hagas lo que yo quiero...


Paula sonrió.


–Yo no diría que es el único modo de descubrirlo –ronroneó mientras se ponía de puntillas y le daba un beso en la comisura de los labios.


–Eres muy mala –dijo él mientras daba un paso atrás.


–Y tú un cobarde –replicó ella riendo.


–No. Un hombre sabio sabe muy bien cuándo retirarse. Te espero abajo –dijo mientras se dirigía hacia la puerta–. Sin embargo –añadió, tras volverse–, retomaremos esta conversación más tarde, cara. De eso puedes estar segura. 

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