lunes, 21 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 11

 —¿Qué es lo que ha pasado en realidad, Simón?


—Un pequeño inconveniente…


—¿El qué? Se supone que mañana tenemos que salir hacia Panamá. ¿Puede esperar a que regresemos?


—Ah… El problema lo tenemos con lo de Panamá.


Pedro se detuvo en seco.


—¿Por?


—Jimena Pirelli se ha lesionado la rodilla durante un entrenamiento. Su entrenador dice que pasarán meses antes de que pueda pasar una temporada en una isla desierta.


Eso no era un problema, ¡Era una noticia estupenda! Pedro continuó caminando.


—Qué lástima —dijo.


—No te preocupes —añadió Simón—. Estoy pendiente de un par de sustitutas.


—No es necesario, Simón. Podemos retomar el viejo formato y hacer el programa yo solo.


Simón se quedó en silencio y Pedro aminoró el paso.


—Me temo que no puede ser, Pedro. Los de la productora han visto las tomas del episodio que hemos rodado con el nuevo formato. Les ha encantado lo del corredor de Fórmula Uno en el pantano. Han dicho que ha salido tal y como esperaban. Insisten en que necesitas tener un famoso a tu lado.


—Pero…


—Yo estoy de acuerdo con ellos. Que vayas acompañado hace que parezcas más humano y no tanto una fuerza de la naturaleza indestructible. Alguien con quien la gente de la calle puede relacionarse.


—Está bien, está bien —dijo al fin—. Cuéntame a quién has conseguido cuando lo tengas asegurado.


Se despidieron y colgaron el teléfono. Estaba a punto de guardar el teléfono en el bolsillo cuando recordó que debía llamar a Micaela antes de volver a quedarse sin cobertura.  Marcó su número y esperó. Le contestó el buzón de voz. Ese era el problema de tener una novia tan independiente como él. Dejó un breve mensaje y escuchó su propio buzón de voz. El primero era de Micaela.


—Hola, Pedro —parecía un poco tensa—. Han adelantado el rodaje del Pacífico del Sur y tengo que volar esta misma tarde.


Pedro frunció el ceño. No la había visto desde hacía cuatro semanas y confiaba en verla aquella noche. Pero bueno, no podía hacer nada al respecto.


—En cualquier caso —continuó Micaela—, he visto que tú haces transbordo en Shciphol, y yo también. Intentaré llegar temprano y así podremos vernos un rato.


«Eso estaría bien», pensó Pedro. Asintió y esperó a ver si  le decía algo más. Se disponía a colgar cuando ella habló de nuevo.


—Pedro, yo… —hizo otra pausa—. Tenemos que hablar. Llámame.


Y así, sin más, Pedro guardó el teléfono en el bolsillo de su pantalón y se encogió de hombros. Se dirigió hacia la puerta número diez y, sorteando a la gente, se acercó al mostrador. La idea de viajar desde un lado a otro del planeta, siempre lo entusiasmaba. Y ese entusiasmo lo ayudaba a aplacar las molestas preguntas que trataban de formarse en su cerebro. Como por ejemplo, si debería sentirse más desconsolado por no hablar con Nat en persona, o por qué había dejado de pensar en ella nada más guardarse el teléfono en el bolsillo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario