lunes, 7 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 51

 –Buena idea –murmuró–. Creo que voy a descansar un poco – añadió mientras volvía a colocarse de espaldas a él.


–Paula...


–Vete. No quiero hablar.


Pedro se sentó sobre la cama, junto a ella. Inesperadamente, ella volvió a sentir cómo el deseo se apoderaba de ella. ¿Cómo podía ser, después de haber disfrutado de un amor sin barreras? Decidió que para él habría sido tan solo sexo. Sin embargo, ella se negaba a considerarlo de aquel modo. No obstante, era mejor que se olvidara de los sentimientos que tenía hacia él, sentimientos que se iban haciendo más fuertes día a día. Aquello no tenía nada que ver con años de abstinencia sexual y todo con lo que Pedro representaba como hombre.


–Paula... lo siento.


–¿Que lo sientes? –repitió ella mirándolo.


–Lo que he hecho...


–Lo que hemos hecho –le corrigió ella.


–He sido estúpido y egoísta.


–¿Cómo dices?


–No he utilizado preservativo. No hay excusa para lo que he hecho, pero créeme si te digo que no ha sido deliberado.


¿Cómo era posible que ella no hubiera reparado en aquel detalle? ¿Que no hubiera pensado en protegerse? Se mordió los labios y se sentó en la cama cubriéndose al mismo tiempo con la sábana.


–Si sirve de algo, te aseguro que no tengo ninguna enfermedad contagiosa.


Ella asintió, pero evitó mirarlo a los ojos. Después de lo que habían compartido, resultaba ridículo sentirse avergonzada, pero así era.


–Yo tampoco.


Sin embargo, eso no borraba el hecho de que hubiera podido quedarse embarazada. El corazón le golpeó con fuerza contra las costillas. ¿Embarazada de Pedro? Las complicaciones serían enormes y, sin embargo... Se colocó una mano sobre el vientre. ¿Sería posible? De repente, experimentó una extraña sensación muy parecida a la esperanza. Siempre había deseado tener hijos. Eso no había cambiado, ni siquiera durante su estancia en prisión. En realidad, había consolidado más su necesidad de tener una familia propia.


–No estás tomando la píldora, ¿Verdad?


La esperanza que él tenía reflejada en el rostro apagó la suya propia.


–No. No estaba pensando en acostarme con el primer hombre que pudiera cuando salí de la cárcel.


–Si hay bebé, no estarás sola.


Paula levantó el rostro y lo miró a los ojos. ¿Sabía Pedro lo mucho que aquellas palabras significaban? ¿El escándalo que se montaría cuando se supiera que ella estaba esperando un hijo suyo? Había esperado más bien que él le sugiriera un aborto. Asintió sin poder decir nada, abrumada por la calidez que evocaban aquellas palabras. Por primera vez en mucho tiempo, no estaba sola.

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