lunes, 7 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 54

 –Eso no es suficiente...


Pedro lo sabía. Sintió vergüenza al darse cuenta de que no podía hacer más. Debería haberse asegurado mucho antes. Había querido creer que ella era inocente. Había querido pensar que su temor hacia Bruno Scarlatti lo señalaba a él como el responsable de la muerte de Luca. Sin embargo, no se habría atrevido a dar un salto de fe. Ni siquiera cuando había comprendido que ella era virgen había querido ver la verdad. Fue después, cuando vio cómo se relajaba ella entre sus brazos, cuando comprendió la enormidad de lo ocurrido. Señaló a la pared donde habían gozado juntos.


–No estaba pensando en tu virginidad –le aseguró presa de la desesperación–. En lo único en lo que podía pensar era en poseerte, en hacerte mía hasta que gritaras mi nombre cuando llegaras al clímax. ¿Sabes lo mucho que te he deseado?


Ella lo miró asombrada.


–Te aseguro que no tenía un plan para seducirte –prosiguió él–. Eres tú la que me ha seducido desde el principio.


–¡Eso no es cierto! Haces que parezca que yo he tratado de...


–Ya lo sé y no es así. Lo único que hiciste fue ser tú misma.


Eso era lo que le había enganchado desde el principio. Su fascinante personalidad. Su fuerza y su independencia, su generosidad, en especial con Giuliana. Su valor y, sobre todo, su sinceridad. ¿Cómo había podido él pensar que no lo era? Porque había creído que alguien sufriera por la muerte de Luca. Su ira y su pena le habían predispuesto a aceptar la imagen que le pintaba la acusación. ¿La razón? Se había sentido celoso de su hermano.


–Eres como esos abogados, tratando de...


–Lo que ocurrió no tuvo nada que ver con el juicio –insistió él mirándola a los ojos–. Tienes que creerme.


–No tengo que hacer nada.


Efectivamente, Pedro no tenía derecho alguno a esperar nada, en especial después de lo que él le había hecho a ella en el nombre de la justicia. Sin embargo, seguía deseándola mucho más que antes. En cualquier momento, ella podría decidir que se marchaba. ¿Y quién podría culparla por ello? La tomó entre sus brazos, rodeándole la espalda desnuda. Heroicamente, ignoró la sedosa invitación de su sedosa piel.


–Sé que no mataste a Luca, Paula.


–Eso es imposible –replicó ella–. No tienes pruebas nuevas.  Nada. Ya te he dicho que el hecho de que yo no me hubiera acostado con Luca no significa...


–Lo sé. Técnicamente, no demuestra tu inocencia. No te voy a pedir que me perdones por haber dudado de tí tanto tiempo. Eso sería pedir demasiado, pero debes saber que siento mucho todo lo ocurrido. Más de lo que puedo expresar con palabras. Y por eso, voy a demostrar que tú no mataste a Luca.


Así no conseguiría borrar los cinco años que ella había pasado en la cárcel, pero se lo debía. De repente, le pareció notar una expresión de esperanza en el rostro de Paula. Los labios le temblaban y parecía que le costaba tragar. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos, ella recuperó su máscara de indiferencia, la que había utilizado para mantener a raya al mundo y a él. Dió un paso atrás y se alejó de él. Recogió la sábana y volvió a cubrirse con ella.


–¿Y por qué ibas a hacer algo así?


–Por el mal que se te ha causado.


–Eso no es problema tuyo.


Pedro frunció el ceño. ¿Acaso no quería Paula su ayuda? No importaba. Fuera como fuera, él iba a ayudarla.


–Debería haber indagado antes. En vez de eso, se ha hecho una injusticia en nombre de mi familia. Ignorar ese hecho sería una cobardía y no hacer algo al respecto nos avergonzaría de por vida a mi familia y a mí. Te lo debo. 

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