viernes, 18 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 8

 Tomás le dió una palmadita en la espalda.


—¡Qué afortunado!


—No se lo cuentes a mi novia —dijo él, sonriendo.


—¿Tienes novia? —Tomás puso una mueca—. Qué lástima.


—Uy, no creo que sea tan malo, es Micaela Cross.


—¿La chica que hace los documentales de naturaleza?


Pedro asintió y Tomás silbó de nuevo.


—¡Desde luego que no es tan malo! —frunció el ceño—. ¿Pero pasarte una semana perdido con Jimena Pirelli…? ¿Tu novia no es celosa?


Pedro se rió y negó con la cabeza. Ninguno de los dos era celoso. Por eso hacían la pareja perfecta. A ambos les gustaba la libertad, y aunque estuvieran comprometidos el uno con el otro, comprendían lo destructivo que podía ser tratar de controlar a alguien.


—¿Cuándo es la boda? —preguntó Tomás.


Pedro dejó de sonreír y se encogió de hombros.


—Cuando lo decidamos —llevaban dos años comprometidos, pero como ambos viajaban mucho a causa del trabajo, era casi una relación a distancia. Algún día pondrían una fecha para la boda. Hasta entonces, les bastaba con saber que estarían juntos en un futuro—. A Mica le parece bien—añadió.


Tomás lo miró con picardía.


—Aun así, estarás a solas con Jimena en la selva, o en la montaña.


¿Quién va a contar nada? Pedro gesticuló hacia el cámara que estaba de pie, un poco más abajo.


—¿Tú quién crees?


Tomás se dió una palmada en la frente.


—Me he acostumbrado tanto a que estén por aquí que me había olvidado de que no estamos solos.


Pedro se encogió de hombros. Era fácil que eso sucediera. A veces, él realizaba alguna actividad de riesgo olvidándose de que no estaba solo y de que un cámara, un productor, y, probablemente, un experto en seguridad, seguían todos sus pasos. Se alejó una pizca de Tomás para intentar disfrutar del silencio e impregnarse de la belleza de aquel lugar, de forma que pudiera incorporarla a los recuerdos y experiencias que había vivido en otros viajes. Sin embargo, por muy impresionante que fuera un lugar, siempre se quedaba con la sensación de que podía encontrar otro mejor. Eso era lo que lo mantenía activo, la búsqueda de aventuras. En el cielo, se vió un destello plateado y él se llevó la mano a la frente para cubrirse los ojos y verlo mejor. Sí. Era el helicóptero. Había llegado el momento de marcharse en busca de la siguiente aventura. Y él no podía esperar. 

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