miércoles, 2 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 44

 –Bueno, Paula, ¿Te gustan los picnic al estilo italiano?


–Me encantan los picnic al estilo italiano.


–Pero si solo has estado en uno.


–¿Cómo no me van a gustar? –dijo señalando los restos de pan casero, los boles de ricotta y de miel, el prosciutto, las aceitunas y la amplia variedad de frutas de verano–. Es el paraíso. Casi tan bueno como nuestros picnics en Inglaterra.


–¿Casi?


–Bueno, no hay nada como el repentino chubasco inglés para animar las comidas al aire libre.


Pedro se echó a reír. Paula sonrió. Últimamente, le parecía imposible dejar de sonreír. Sentía que pertenecía a aquel lugar gracias a la cariñosa familia de Giuliana y a Pedro. Él no había vuelto a mencionar a su hermano ni la historia que ella podría vender a la prensa. Como si confiara en ella. Paula podía relajarse a su lado. No. Eso no era cierto. El deseo que sentía por él le impedía relajarse. Había momentos en los que le parecía que los horrores del pasado desaparecerían y la dejarían vivir en paz en aquel paraíso. Sin embargo, sabía que aquello no podía durar. Algún día, el mundo real se entrometería. Pedro debería volver a ocuparse al cien por cien de sus negocios y ella... ella también tendría que marcharse de allí. Aquel pensamiento le provocó una fuerte presión en el pecho, que le hizo llevarse la mano a la garganta.


–¿Te encuentras bien? –le preguntó él.


–Sí. Creo que he comido demasiado...


El pánico se apoderó de ella. Aquello no tenía que ver solo con el hecho de que aquellas vacaciones estuvieran a punto de terminarse. Sabía que llegaría el momento de crearse una nueva vida. Sin embargo, lo que más miedo le daba tenía que ver con él y lo que había empezado a sentir por él. Sentía... demasiado. Se puso de pie rápidamente. Pedro siguió su ejemplo con una expresión de preocupación y le agarró la muñeca con sus largos dedos.


–¿Qué te pasa, Paula?


–Nada. Solo necesitaba moverme un poco.


Él le examinó el rostro. Al ver cómo la miraba, Paula rezó para que él no pudiera leerle el pensamiento. 


–Mentirosa...


–Me prometiste...


–Te prometí que no volveríamos a hablar del pasado, pero esto no tiene nada que ver con el pasado, ¿Verdad? Tiene que ver con el presente.


Paula lo miró a los ojos.


–No puedo...


–No importa, Paula. No tienes que hacer nada.


–Pedro, Paula, ¿Qué pasa?


Pedro miró a la niña. Paula sintió una inmediata liberación de la tensión. Respiró profundamente, tratando de encontrar el equilibrio aunque él aún no la había soltado.


–No pasa nada, cariño. Tengo una sorpresa para las dos. 

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