lunes, 14 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 71

 –De eso también, pero, en realidad, me enamoré de la mujer que me hizo sentirme como un hombre nuevo. No te lo puedo explicar bien, pero tu sinceridad, tu generosidad y el placer que experimentabas por todo lo que te rodeaba me hicieron convertirme a mí también en un hombre diferente. Un hombre que empezó a disfrutar de la vida y a sentir. Aprendí que en la vida hay mucho más que hojas de cálculo y absorciones. Existe el cariño y el perdón.


Sus palabras tuvieron como respuesta el silencio.


–Quiero estar contigo. Quiero vivir mi vida contigo, estés donde estés. Quiero formar una familia contigo y estar contigo para siempre. Te amo, Paula.


Por fin pareció quedarse sin palabras. Se había desnudado por completo ante ella. Antes, cuando en su vida el control lo suponía todo, aquello habría sido impensable.


–Paula, dime algo...


–Digo que hablas mucho, signor Alfonso, pero no me habría perdido ni una sola palabra de lo que has dicho. Podrías convencer a los pájaros para que se bajaran de los árboles si así lo desearas.


–Tú eres la única que me interesa. ¿Me aceptas, tesoro? ¿Quieres ser mía?


–Pedro –murmuró ella–, llevo tanto tiempo siendo tuya que casi no me acuerdo cómo era mi vida antes de que tú irrumpieras en ella. Te amo...


–¡Carissima!


Por fin, él se vió libre para hacer lo que llevaba deseando hacer desde el momento en el que la vió en la calle. La tomó entre sus brazos y la besó tan apasionadamente que casi se le olvidó respirar, pero, con Paula entre los brazos, ¿Quién necesitaba oxígeno? Unos instantes más tarde, un ruido llamó su atención. Pedro levantó la cabeza y se dió la vuelta.


–¿Champán, señor? –le preguntó el camarero. Llevaba entre las manos una botella del espumoso favorito de Pedro.


–Una idea excelente. Llévelo ahora mismo a mi suite.


El camarero asintió y se marchó discretamente.


–Paula...


–¿Sí? –preguntó ella. Acurrucada entre sus brazos, dejó que él la levantara.


–¿Qué te parecería si viniéramos aquí para celebrar nuestra luna de miel?


–Bueno, creo que primero deberías convencerme para que me casara contigo –replicó ella con una tentadora sonrisa.


Pedro la sacó fuera de la sala en brazos, sin importarle las miradas ni las sonrisas de los otros clientes. El mundo jamás había sido un lugar mejor.


–Ah –le susurró él al oído–, ya sabes lo mucho que me gustan los desafíos. 






FIN

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