viernes, 18 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 9

 Sobre la mesa de la cocina había una gran pila de periódicos. Todo estaba en silencio y Paula apartó la vista de la pila y miró a su padre.


—¿Quieres que te los lea? —preguntó él.


Paula negó con la cabeza y miró los periódicos de nuevo. En lugar de agarrar el primero, buscó uno de la mitad del montón y lo sacó. El crítico que escribía para ese periódico siempre era el más difícil de leer. Era muy brusco y siempre resaltaba aquellos aspectos que  la inquietaban acerca de sí misma. Así que, si conseguía leer esa crítica y quitársela de en medio, el resto resultaría mucho más sencillo. Al menos, de eso intentaba convencerse. Empujó la pila de periódicos hasta un lugar donde tuviera suficiente espacio, abrió el primero y buscó la sección cultural. Allí, ocupando casi toda la página, había una foto en blanco y negro en la que aparecían Pablo y ella en el último acto. Pablo, como siempre, parecía una estatua de mármol con un cuerpo perfecto. Ella tampoco tenía mal aspecto. Se fijó en el texto que había debajo de la foto y leyó: "Impresionante. Técnicamente brillante. Paula Chaves no se equivocó en ningún paso"…


Soltó el aire que estaba conteniendo y sonrió. Se arriesgó a mirar a su padre, pero él estaba hojeando otro periódico. La infusión que él le había preparado estaba casi fría. Ella bebió un sorbo y puso una mueca. Más tranquila, comenzó a leer el artículo. Sonaba bien, pero cuando cambió de columna comenzó a ponerse nerviosa otra vez. El periodista había escrito: "Siempre he sido un gran admirador de Paula Chaves… Pero aunque su actuación en La sirenita ha sido técnicamente estupenda, creo que no ha estado a la altura de su capacidad". Paula sintió un nudo en el estómago y continuó leyendo.  "La señorita Chaves parece haber perdido la alegría y el entusiasmo que tenía de joven y, aunque aprecio su virtuosismo, creo que no ha sido capaz de plasmar la felicidad del primer amor ni el sufrimiento que provoca el deseo insatisfecho que requiere la interpretación de su papel en esta obra". Paula deseaba dejar de leer, pero no era capaz de hacerlo. "En el cuento original de Hans Christian Andersen, La sirenita era una criatura sin alma, y me temo que la interpretación de Paula Chaves tampoco la tiene". Paula no se movió. Estaba paralizada. ¿Opinaba que no tenía carácter? Retiró la silla de la mesa y se puso en pie mirando a su padre. Él no dijo nada. Algo inusual. Siempre tenía algo que decir sobre sus actuaciones, acerca de algún aspecto que pudiera mejorar la próxima vez. Pero aunque fuera muy duro con ella, también solía argumentar acerca de por qué creía que los críticos estaban equivocados.


—¿Opinas que es cierto, verdad? —preguntó ella casi en un susurro.


—No sé qué te ha pasado en el último año, Paula. No estás tan centrada como antes. Tu trabajo se resiente por ello.


Ella lo miró con ojos de súplica. Su padre era muy duro con ella, pero también se suponía que debía protegerla. ¿Por qué le decía todo aquello? ¿Por qué no podía pasar por alto la opinión de uno de los críticos? Entonces, vio algo más en su mirada. No solo estaba decepcionado, también enfadado.


—No puedes desperdiciar tu talento de esta manera. Tienes que dejar de echarlo por tierra. 

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