miércoles, 2 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 45

 La sorpresa era una excursión a tierra firme, a una ciudad que se extendía por empinadas colinas trazando un patrón de casas de colores pastel. A Paula le habría gustado tener una cámara. Había rincones maravillosos y vistas espléndidas desde todas partes.


–Nunca había visto un lugar como este –comentó Paula–. Es precioso.


–¿No hay sitios bonitos en tu país? –le preguntó Giuliana.


–Sí, claro que los hay. Las campánulas crecen tan espesas en la primavera que parece que el bosque tiene una alfombra azul. Nuestra casa tenía rosas alrededor de la puerta y el columpio más grande que hayas visto jamás colgado de un viejo árbol en el jardín.


Los veranos le habían parecido interminables entonces. Como aquel. Aunque, desgraciadamente, tenía que terminar. Decidió que cuando regresara a Inglaterra se buscaría un trabajo de camarera. Algo en lo que no tuviera que presentar referencias.


–Vamos –dijo la niña tirándola de la mano–. Pedro dijo que  podríamos tomarnos un gelatto en la plaza.


Las dos regresaron juntas a la plaza. Seguramente, Pedro ya habría terminado el recado que le había encargado la nonna de Giuliana y las estaría esperando. Mientras pasaban por unas tiendas, un grito hizo que Paula girara la cabeza.


–¡Mira! ¡Es ella!


Una mujer muy delgada estaba señalándola desde el otro lado de la calle. 


–Te dije que era ella cuando subieron las dos la colina, pero no me creíste. Por eso, fui por esto. ¿Ves? –le preguntó a su amiga mientras agitaba en el aire una revista que atrajo la atención de todos los que pasaban a su lado.


Paula sintió que el alma se le caía a los pies. Agarró de la mano a Giuliana y apretó el paso. Sin embargo, la mujer avanzó con rapidez.


–Te digo que es ella. Es una asesina. ¿Qué está haciendo con esa niña? Alguien debería llamar a la policía.


Paula sintió náuseas, pero se obligó a seguir andando, aunque sin echar a correr. Con eso solo conseguiría asustar a Giuliana. No obstante, sentía que todo el mundo las miraba y que comenzaba a murmurar a su alrededor. Sin soltar la mano de la niña, decidió ignorarlas y seguir caminando.


–¿Por qué no la detiene alguien? –gritó la mujer–. Es una asesina. No debería estar junto a una niña inocente.


Por el rabillo del ojo, vió la foto de la revista que la mujer agitaba sin parar. Era la que le habían tomado al entrar en la limusina de Pedro. El titular decía: ¿"Dónde está ahora la asesina de Luca"?. Parecía que la pesadilla no iba a terminar nunca y, en aquel momento, la pobre Giuliana estaba atrapada en ella. Al darse cuenta de que la niña se acobardaba cuando la mujer volvió a gritar, la ira se desató dentro de ella. Se detuvo en seco y se dió la vuelta. Entonces, colocó a Giuliana detrás de ella para protegerla. 

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