viernes, 11 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 62

 -No es tan malo como me había imaginado... –murmuró Paula.


Pedro sonrió al escuchar el comentario. Estaban en el restaurante más famoso de toda Roma. Vanesa ya no les acompañaba.


–Me alegro que salir a cenar conmigo no te suponga un problema...


Paula sonrió.


–Si estás buscando un cumplido, no vas a tener suerte – comentó, riendo–. Ya sabes que no eras tú el que me preocupaba, sino el resto de la gente.


–Pues los has manejado muy bien.


–Fuiste tú y no yo quien los manejó muy bien –replicó Paula tras tomarse una cucharada de su delicioso postre de chocolate–. Nadie se atrevería a decirme nada contigo a mi lado. Sin embargo, estoy segura de que no paraban de preguntarse qué era lo que estaba pasando.


–Por supuesto. ¿Y qué nos importa eso? Esta noche vamos a dejar muy claro que los Volpe te aceptan. Por eso vino Vanesa con nosotros a la ópera. Si los dos te apoyamos, ¿Quién tendrá el valor de oponerse a tí?


–No es la alta sociedad de Roma lo que me preocupa, sino el resto. Para empezar, la prensa.


–Deja que sea yo quien se ocupe de la prensa, Paula...


–Puedes intimidarlos con tus guardaespaldas, pero cuando yo esté sola todo será muy diferente. Irán por mí incluso más que antes.


Pedro le tomó una mano entre las suyas.


–Todo saldrá bien. Tan solo necesitas tener paciencia. Si todo sale como yo espero, muy pronto no tendrás que preocuparte en absoluto de la prensa.


Pedro sentía ya las mieles del triunfo. Después de semanas de intenso trabajo, estaban a punto de alcanzar el éxito. En aquella ocasión, el éxito le proporcionaba más satisfacción que cualquier éxito en los negocios. En aquella ocasión, el placer era personal. Le aliviaría la conciencia y limpiaría el nombre de Paula. La familia Alfonso pagaría su deuda deshaciendo el mal que se le había causado y, en especial, por el modo en el que Pedro la había rechazado. Sin embargo, había más. Se sentía bien sabiendo que la situación de Lucy sería mejor cuando todo aquello hubiera finalizado, pero en ese caso, al contrario que las buenas acciones que realizaba al ayudar a ciertas organizaciones benéficas, la situación tendría una dimensión mucho más personal. Acarició suavemente la palma de la mano de Paula con el pulgar y sintió que ella se echaba a temblar. Deseaba tanto besarla... No obstante, para lo que tenía en mente, era mucho mejor la intimidad. Volvió a acariciarle la mano, subiendo en aquella ocasión por el antebrazo y viendo con satisfacción cómo ella gozaba con aquel contacto.


–¿Qué te crees que estás haciendo?


–Nada...


–Mentiroso. Conozco tus juegos.


–Bien –dijo él mientras la hacía levantarse–. En ese caso, no te importará dejarte lo que te queda de postre.


–Si me ofreces algo mejor, por supuesto que no.


Con eso, se giró para recoger su bolso y se dirigió hacia la puerta con un lento y sensual contoneo que atrajo las miradas de todos los hombres. Pedro sintió un profundo orgullo por ser él quien la acompañaba y celos por el modo en el que ella se estaba exhibiendo. En cuestión de semanas, Paula había pasado de ser una mujer inocente y sin arte alguno para convertirse en una sirena que, a su vez, lo había transformado a él en un esclavo a sus pies. Sin dejar de mirarla, llamó al camarero y le pidió que anotara la factura de aquella noche en su cuenta. Entonces, vió que ella le estaba esperando en la puerta. ¿Qué más podía desear de la vida? Tenía éxito, la satisfacción de poder arreglar errores del pasado y, además, poder tener a Paula en su cama. La vida era maravillosa. 

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