lunes, 7 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 55

 Paula observó el hermoso y orgulloso rostro de Pedro. A pesar de las intimidades que los dos acababan de compartir, o tal vez precisamente por ellas, sentía que el abismo que los separaba se iba ampliando cada vez más. Él hablaba del honor de su familia como si fuera lo único que importaba. El corazón le dio un vuelco. Durante un instante, había creído que era ella quien le preocupaba y no el poderoso apellido Alfonso.


–Yo no estoy interesada en preservar el honor de tu familia.


–Estoy hablando de limpiar tu nombre –replicó él–. De rehabilitarte a los ojos del mundo.


–Eso es algo que ni siquiera tú eres capaz de hacer...


–Ya lo veremos.


–En ese caso, te deseo buena suerte, Pedro. Sin embargo, yo no pienso quedarme por aquí para ver cómo fracasas.


Pedro dió un paso al frente. Horrorizada, Paula se dió cuenta de que había dado un paso atrás.


–Te aseguro que, de un modo u otro, conseguiré reintroducirte en sociedad. No serás presa para acosadores como esa mujer. Te aseguro que si es algo humanamente posible, encontraré el modo de darle la vuelta a la sentencia del tribunal. Y tú no vas a ir a ninguna parte hasta que haya enmendado todo esto.


Paula lo observó. A Pedro se le daba muy bien arreglar problemas y superar obstáculos. Efectivamente, haría todo lo que pudiera para enmendar lo ocurrido porque el honor se lo exigía y, entonces... ¿Qué? Se marcharía. Era mejor tratar de evitar llegar a ese punto. Por mucho que ella quisiera negarlo, sus sentimientos estaban demasiado implicados. Lo que sentía por él la petrificaba.


–No has pensado bien este asunto –dijo mientras se acercaba a la cama. Su maleta estaba en el suelo, por lo que la volvió a poner sobre el colchón–. Cualquier cosa que hagas para rehabilitarme atraerá la atención de la prensa. El interés de los periodistas se hará mayor y la intimidad de tu familia pasará a ser cosa del pasado.


Eso conseguiría que Pedro la dejara en paz. Si tenía que elegir entre su familia y ella, la familia siempre ocuparía el primer lugar. Se mordió el labio y tomó una camisa para meterla en la maleta. Contempló horrorizada cómo le temblaba la mano. Él se acercó a ella y le quitó la camisa de las manos.


–No me importa, Paula. Tengo que hacerlo. ¿No lo comprendes? Todo ha cambiado.


Ella lo miró completamente atónita. Deseaba tanto que aquello fuera cierto... Pedro le agarró la mano, pero aquella vez lo hizo con infinita suavidad. Lentamente, hizo que ella se girara para mirarlo y Paula no pudo resistirse. Aquella ternura la derrotaba por completo. 

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