miércoles, 23 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 20

 Paula deseaba reunirse con Pedro y contemplar la expresión de asombro que escondía su mirada, pero estaba tan mojada y sentía tanto frío que no podía moverse. Así que permaneció abrazada a sí misma tratando de ignorar la sensación de que había cometido el peor error de su vida. Continuaba lloviendo, pero había dejado de tronar. 


Pedro y sus dos acompañantes seguían empapados y no podrían secarse hasta que saliera el sol o consiguieran encender un fuego. Pero a juzgar por el ambiente, y el olor a lluvia, quedaban varias horas para que tuvieran esa oportunidad. Eso era demasiado tiempo de espera para pasarlo junto a un cámara y una bailarina. Y pensando en la bailarina, se percató de que aquella mujer apenas tenía grasa corporal suficiente para mantenerse caliente durante la noche. Lo mejor era que se colocara entre los dos hombres. 


—Diego, ¿Por qué no le cambias el sitio a Paula?


Se hizo un corto silencio y Diego suspiró. Saltó por encima de Paula, tropezó con ella, se disculpó y se rió.


—Menos mal que Jimena Pirelli se echó atrás en el último momento — murmuró—. Mi señora habría confiscado cierta parte de mi cuerpo y me la habría servido para desayunar si esto me hubiese pasado con Jimena.


Pedro sintió que Paula se tensaba a su lado y él sintió lástima por ella. No era que no fuera femenina, o que no tuviera cierto atractivo. Simplemente no era Jimena Pirelli. Y no había nada que ella, o los otros millones de mujeres que había en el mundo, pudieran hacer al respecto.


—Me sorprende que Micaela te dejara firmar el contrato con Jimena — añadió Diego.


Una vocecita murmuró algo en la oscuridad, casi como si estuviera hablando consigo misma y no pretendiera que la oyeran.


—¿Micaela?


—Su novia —dijo Diego—. Ya llevan un tiempo comprometidos. Aunque a Pedro le ha costado su tiempo proponérselo. ¿Cuánto tiempo llevan juntos? ¿Tres años? ¿Cuatro?


—Cinco —dijo Pedro, con tono defensivo.


No quería hablar de ese tema. Y haber tenido que construir una cabaña bajo la lluvia le había servido de distracción respecto al cambio que había dado su vida. Además, no era asunto de Diego. No debía sentirse molesto por ello, pero la gente como Diego no se daba cuenta de que Micaela y él no habían tenido una relación normal. Su horario de trabajo había implicado que hubiesen pasado más tiempo separados que juntos durante los cinco años de relación, así que, para la gente normal era como si solo hubiesen estado saliendo un año y medio. Diego suspiró y dijo con buen humor:


—¡Nunca imaginé que habría una mujer en el mundo que conseguiría que Pedro sentara la cabeza!


—No voy a sentar la cabeza —dijo Pedro, rápidamente. De pronto, recordó que le había prometido a Micaela que mantendría la separación en secreto, así que no añadió nada más. «Sentar la cabeza». Odiaba esa frase y, probablemente, habría reaccionado ante ella de todas maneras—.Simplemente pensaba que llegaría un momento en que dejaría de vagar por el mundo y echaría raíces en algún sitio. 


Oyó un sonido parecido a un bostezo que provenía de la mujer que tenía a su lado. Debía de estar agotada. Diego y él estaban acostumbrados a ese horario frenético, pero para las estrellas invitadas resultaba muy duro. No había mucho que hacer en aquellos momentos, únicamente esperar a que dejara de llover.


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