lunes, 28 de septiembre de 2020

Bailarina: Capítulo 28

 Cuando se volvió, se percató de que el equipo suspiraba con los ojos en blanco, pero Paula… Ella se estaba riendo. La risa fluía con fuerza de su interior, sorprendiéndola tanto a ella como a él. Se cubrió la boca con la mano para contenerla, pero no lo consiguió. Pedro no pudo evitar empezar a reírse también. Era divertido compartir todo aquello con alguien que nunca lo había hecho antes. Era impresionante observar cómo Paula absorbía todo lo que él le mostraba como si fuera una esponja, y ver cómo abría los ojos sorprendida ante cada descubrimiento. Pedro corrió a su lado, la agarró de la mano y la llevó hasta el borde del precipicio.


—Prueba —dijo él, sonriéndole—. No hay nada parecido.


Ella se mordió el labio inferior y negó con la cabeza. Finn se rio con más fuerza y después soltó el grito que guardaba en su interior. Era una lástima que Allegra no expresara su alegría de ese modo, así que, él gritó de nuevo mientras le apretaba la mano con fuerza, confiando en compartirlo con ella de alguna manera.  Allegra metió su cantimplora en la poza de agua y observó cómo las burbujas subían hacia la superficie. Cuando comprobó que estaba llena, la  sacó del agua y se llevó la cantimplora a los labios.


—¡No!


Pedro apareció a su lado de entre los helechos y le retiró la cantimplora de los labios.


—Hay que hervirla primero —le explicó.


Paula contestó tartamudeando.


—Pe… Pero esta mañana…


Él negó con la cabeza.


—Era agua de lluvia. Es diferente.


Ella asintió, sin comprenderlo bien. Aquella mañana Pedro la había sorprendido con su ingenio mostrándole cómo había recogido agua en las cantimploras, y en una especie de vasos de bambú que había fabricado y colocado de manera estratégica la noche anterior. En cada una de ellas había colocado una hoja enrollada que actuaba a modo de embudo para que se llenaran con la lluvia. Con el calor del día el nivel del agua había disminuido considerablemente y no se sabía cuándo volvería a llover. Paula miró la cantimplora que le había quitado Pedro. Había cometido un gran error. Y si hubiese estado sola podía haberle pasado algo grave. Eso demostraba que no estaba en su medio habitual y que necesitaba a él para sobrevivir.


—Lo siento si te he asustado —dijo Pedro, y le devolvió la cantimplora.


Paula negó con la cabeza y se sonrojó. Afortunadamente, Pedro se había dado la vuelta para llenar su cantimplora. Ella confiaba en que la sombra de los árboles disimulara el color de su rostro ante la cámara de Diego. Cuando él comenzó a adentrarse de nuevo en la jungla, ella lo siguió, alegrándose de que Diego y el resto del equipo solo pudieran grabarla por la espalda. Esa mañana había llegado una lancha con el resto de la gente. Simón, que era el productor y el director del programa, otro cámara del que no recordaba el nombre y un experto en seguridad llamado Sergio. La isla no era muy grande y Paula empezaba a sentir que estaba demasiado poblada. 

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