viernes, 4 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 50

 Sin embargo, Paula volvió a moverse contra él, pero en aquella ocasión fue un movimiento rápido de caderas. Un gemido de sorpresa resonó entre ellos. Pedro sintió que ella comenzaba a temblar. Su cuerpo se convulsionó y él sintió cómo los músculos se le contraían, animándole a seguir. Abrió los ojos y la vió alcanzando el orgasmo, con una expresión sorprendida en los ojos. El deseo destruyó toda capacidad de razonamiento. Reaccionó instintivamente, hundiéndose profundamente en ella. Durante un instante, el cuerpo de Paula se resistió. Resultaba muy estrecho, tanto que la explicación solo podía ser una. Una explicación que echaba por tierra todo lo que había oído sobre ella. Entonces, todo pensamiento coherente se vió borrado, cuando, de repente, se encontró en el centro de ella, lo suficientemente profundo como para sentir los temblores que estaba experimentando su cuerpo. Las sensaciones eran demasiado poderosas. Paula gozaba con lo que estaban experimentando, por lo que, con un grito de triunfo, se arqueó contra ella y se dejó llevar. Vió las estrellas y todos los planetas del cielo a través de los ojos cerrados. Galaxias y constelaciones enteras parecieron cobrar vida para caer sobre ellos con una cascada luminosa y deslumbrante. El éxtasis del clímax fue tan intenso que Pedro se preguntó si sobreviviría. Le indicó que seguía con vida que sintiera el aliento de Paula sobre el rostro y sus manos agarrándole los hombros como si no fuera a soltarle nunca. Cuando ella se despertó, estaba tumbada sobre la cama, bajo una sábana. No recordaba cómo había llegado hasta allí. Se había sentido completamente desorientada por aquel orgasmo tan poderoso. Se echaba a temblar con solo recordarlo. Había sentido músculos que ni siquiera sabía que poseyera.


–¿Tienes frío? –le preguntó Pedro desde el otro lado de la cama.


Ella sonrió lentamente. No sabía si tenía la energía suficiente para poder hablar.


–¿Paula? ¿Te encuentras bien?


–Jamás me he sentido mejor –dijo ella. Le costaba hablar, casi como si hubiera bebido. Se sentía maravillosamente. Era un placer tener la cabeza apoyada sobre aquella suave almohada. Tan solo le faltaba una cosa–. ¿Puedes abrazarme, por favor?


Silencio.


–¿Pedro?


–Deberías descansar.


Algo en su voz hizo que Paula se girara para mirarlo. Él estaba en el lado más alejado de la cama, completamente vestido. Tenía el ceño fruncido. Lejos quedaba la imagen de amante descontrolado por completo. Aquel hombre ni siquiera tenía un cabello fuera de lugar. Por primera vez, ella se dió cuenta de que estaba completamente desnuda bajo la sábana. Recordó que él le había arrancado los botones de la camisa y la ropa interior, pero, ¿qué había pasado con el resto de su ropa? ¿Cómo era posible que no se hubiera dado cuenta de que él la estaba desnudando? Se fijó mejor en el rostro de Pedro y vió que él tenía el aspecto de un hombre que creía haber cometido el peor error de toda su vida.

1 comentario: