lunes, 14 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 69

 Efectivamente, el hotel era uno de los más opulentos de la ciudad.


–Si lo prefieres, podemos ir a mi suite.


–No. Aquí estaremos bien.


Minutos más tarde, estaban sentados en un rincón de la enorme sala de recepción. Paula evitaba mirarlo a los ojos. Se había concentrado en frotarse una mancha que tenía en la camisa negra. Pedro examinó la minifalda del mismo color, que dejaba al descubierto sus espectaculares piernas. Tenía que centrarse. Aquella era seguramente la negociación más importante de su vida y no podía permitir que los nervios arruinaran sus posibilidades.


–Tu madrastra se puso en contacto conmigo.


–¿Por qué? –le preguntó ella levantando inmediatamente la mirada.


–Se enteró de que yo te recogí en prisión y que te alojabas conmigo en Roma. Fue lo único que se le ocurrió para ponerse en contacto contigo.


–¿Y qué era lo que quería? ¿Dinero?


–No. Quería hablar contigo.


–No sé por qué.


–Aparentemente, quiere disculparse.


–¿Y tú la creíste?


–Creo que siente mucho lo de ese artículo. Me dijo que necesitaba el dinero y que pensó que podría manejar al periodista. Según ella, él tergiversó la mayoría de lo que ella dijo y quitó los comentarios positivos que hizo sobre tí. Me dijo que no había tratado de hablar contigo antes porque se sentía avergonzada de lo que había hecho.


Paula se mordió el labio. Pedro quiso acercarse a ella e impedírselo, pero sabía que no tenía derecho.


–Pensaré si quiero llamarla.


–Bien.


Mientras los dos trataban de encontrar algo que decir, llegó el camarero con el té. Pedro agradeció la distracción.


–Bueno, ¿Eso es todo? –le preguntó ella muy secamente.


–No. Hay más.


–¿El qué? ¿Va algo mal sobre el caso contra Bruno? –le preguntó. Por primera vez, pareció verdaderamente preocupada.


–No. Nada de eso. Todo va perfectamente.


–¿Entonces?


–Quiero hablar sobre nosotros. 


–No hay nosotros, Pedro –le espetó ella con frialdad.


–Eres una mentirosa. Siempre ha habido un nosotros, incluso cuando yo no confiaba en mí mismo y no quería creer lo que sentía por tí. Me pareció que el mundo se desmoronaba a mi alrededor porque te deseaba tanto que casi me dolía. Te deseaba tanto que maldije a mi hermano por haberte poseído primero... ¿Te lo puedes creer?


–¡Pedro! No puedes estar hablando en serio. Por aquel entonces tú me odiabas.


–Pensaba que te odiaba por los sentimientos que experimentaba cada vez que te miraba. No se trataba solo de deseo. Era... algo que no era capaz de explicar, un algo que fingí que no existía porque me dejé engañar por las mentiras y por mi propio orgullo. Tú también lo sentiste, ¿Verdad, Paula?


–No. Yo sabía que me odiabas y sentí...


–¿Qué?


–No sé cómo explicarlo. Tal vez era solo deseo.


–No, carissima. No era solo deseo –dijo él, agarrándole con fuerza la mano. 

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