lunes, 14 de septiembre de 2020

Culpable: Capítulo 68

 –Paula...


–¿Qué estás haciendo en Londres?


–Tengo una reunión muy importante.


Por supuesto. Su vida estaba llena de reuniones importantes. Paula había seguido su vida en la prensa durante aquellos dos meses. Nada había podido parar su espectacular éxito en el mundo de los negocios. Ciertamente, no parecía haberla echado de menos.


–Contigo.


–¿Cómo has dicho?


–He venido a verte a tí. Te aseguro que es cierto.


–¿Y cómo me has encontrado?


Pedro levantó las cejas y ella pensó en los infinitos recursos que había utilizado para averiguar la verdad sobre su pasado. Seguramente le había bastado con chascar los dedos.


–¿Por qué has querido encontrarme?


Entonces, lo comprendió. La familia era muy importante para él. Se enorgullecía de hacer siempre lo que debía. ¿Qué otro motivo podía tener para ir a buscarla? Lo miró a los ojos tratando de ocultar su desilusión.


–No tienes que preocuparte. No me dejaste embarazada.


Pedro la miró a los ojos y sintió como si ella le clavara un cuchillo. Había habido pocas posibilidades, pero a pesar de todo había albergado esperanzas. Asintió como si aquella revelación no hubiera supuesto ningún sufrimiento para él.


–Gracias por decírmelo.


Había sido una locura hacerse ilusiones. Tenerla tan cerca era mucho más difícil de lo que había imaginado. Estaba más hermosa aún si eso era posible, pero la calidez había desaparecido de su mirada y no parecía haber posibilidad alguna de que ella le regalara una sonrisa.


–En ese caso, no hay razón para que nos veamos –le dijo ella con una fría sonrisa. 


Sin embargo, Pedro pudo ver más allá. O la máscara que llevaba puesta no era tan opaca como en el pasado o a él se le daba mejor interpretarla. No obstante, sabía que no debía hacerse esperanzas.


–Tenemos cosas de las que hablar –replicó él agarrándola por el codo–. Ven. Mi hotel está a la vuelta de la esquina. Allí podremos hablar.


–No quiero hablar en tu habitación de hotel –le espetó ella.


–Bien. En ese caso lo haremos en los salones públicos.


Esbozó una sonrisa. El hecho de que ella no quisiera ir a su dormitorio parecía indicar que aún sentía algo por él. Las esperanzas se renovaron. Le soltó el codo y le entrelazó el brazo con el de él. Paula no se resistió y dejó que él condujera a un familiar edificio de ladrillo adornado con banderas.


–Signor Alfonso. Madame... –les dijo el portero mientras entraban en el vestíbulo del hotel


Inmediatamente, Pedro sintió que ella se tensaba. 

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