viernes, 29 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 63

–Una belleza.

–Es un sitio muy romántico  –Luciana admiró  sus  uñas  recién  pintadas  de  rosa–. Tiene que haber sido como una segunda luna de miel. Cuando quieras darme las gracias por haberlos unido de nuevo, no dudes en hacerlo.

–No te rindes, ¿Verdad? –Paula se rió.

–No. Y ahora voy a pasar al plan B.

–Pepe y  yo  estamos  juntos –Paula cambió   de   postura–.  No necesitamos un plan B.

–El plan B se centra en tener bebés –Luciana tenía la cara vuelta hacia el sol,  por  eso  no  vió  cómo  se  tensaba  Paula–.  ¿No  crees  que  sería  divertido  estar embarazadas a la vez? Nuestros hijos podrían jugar y crecer juntos, como hice yo con mis primos.

Paula no podía  acusar a su amiga de insensibilidad  porque  nunca  le  había contado lo ocurrido. Pero había llegado la hora de hacerlo.

–Lu...

–Imposible. No puedo guardar un secreto –Luciana se sentó y se apartó el sombrero de la cara. Sus ojos brillaban–. Estoy embarazada. Me hice la prueba anoche. Daniel quiere que espere unas semanas antes de decirlo, pero tú eres especial.

–¿Estabas embarazada cuando te casaste?

–¡No, claro que no!  –protestó Luciana con  indignación–.  Y  baja la  voz.  ¿Quieres que mis hermanos le den una paliza a mi marido? Es un bebé de luna de miel –sonreía de oreja a oreja.

–Solo llevan dos semanas casados.

–Tres –Luciana se rió–. Es obvio que no perdías el tiempo mirando el reloj cuando estuviste en Taormina. Llevo casada tres semanas enteras.

Paula la miró atónita. Lo pensó y era verdad. Eso significaba que... Se sintió palidecer y vió que Luciana la miraba con preocupación.

–¿Pau? ¿Estás bien?

–Es el calor. Voy a ir a tumbarme un rato. No me encuentro bien. Estoy mareada.

–¿Mareada? –su rostro se iluminó–. Tal vez estés embarazada también.  Eso sería fantástico.

–¡No! Es decir... no es posible.

–¿Por qué no?  Llevas tres  semanas practicando el sexo sin descanso. Toma... –Luciana rebuscó en su bolso y puso un paquete en la mano de Paula–. Compré dos, pero me bastó con uno. Úsalo tú.Era un test de embarazo.

Paula tenía la boca seca. Una mujer que no podía quedarse embarazada no necesitaba eso.

–No, gracias. No puedo estar embarazada.

–Eso pensaba yo –dijo Luciana con alegría–. Y resultó que me equivocaba. Mira, si quieres...

–Tengo que ir a tumbarme –Paula se alejó de su amiga, chocó con una silla y bajó los escalones.

No podía estar embarazada.Diez minutos después estaba sentada en la villa vacía, mirando un test de embarazo positivo y tragándose la amarga bilis del miedo. Estaba volviendo a ocurrir, pero esa vez  no había  júbilo inicial, solo  terror profundo y oscuro. Con manos temblorosas, sacó el teléfono del bolso y marcó el número de Pedro.Cuando saltó el contestador, sintió pánico.

–¿Pedro? –el  nombre sonó  como  una  especie  de susurro desesperado.   Entonces  recordó que  él  había  apagado  el  teléfono  porque estaba finalizando el trato sardo. No tenía tiempo de hacer de nodriza y no era justo  que  lo  pusiera  en  esa  situación.  Anhelaba pedirle que volviera  a  casa,  pero consiguió controlarse–. Llamaba para desearte suerte en la reunión.

Pedro iba  a  entrar  en  la  reunión  más  importante  de  su  vida  cuando  sonó su teléfono. Era Federico, para darle las últimas cifras que necesitaba. Armado con  todo  lo  necesario  para  cerrar  el  trato,  colgó  y  vió  que tenía un mensaje.Entró en la sala de reuniones comprobando el buzón de voz. Se detuvo en seco al oír la voz de Paula:

–¿Cristiano? Llamaba para desearte suerte en la reunión.

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