miércoles, 20 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 42

–En Londres.

–No has tocado un penique de tu asignación.

–No estaba contigo por el dinero, Pedro.

–Yo  te  habría  mantenido  económicamente.  Me comprometí  a  hacerlo  cuando nos casamos.

–Estás rodeado de gente a la que solo interesas por lo que puedes dar, ¿Y te quejas porque yo no quería eso?

–Yo  quería  mantenerte  –afirmó  él. 

Era  cierto,  y  lo sorprendía  porque  siempre se había considerado progresista para ser un hombre siciliano.

–Ah –ella lo miró–. El Proveedor.

El pasado se interponía entre ellos. Él sabía que aunque había cubierto sus necesidades materiales, había fallado vergonzosamente la única vez que le había  pedido  ayuda.  De  repente,  comprendió  que  existía  otra  razón  para  que  su  insensibilidad  le  hubiera  hecho  tanto  daño:  había  reabierto  una  herida  que  no había terminado de cicatrizar.Sabía  que  su  infancia  había  sido  difícil,  pero  ella  le  había  dado  pocos  detalles  y  no  había  querido  presionar.  Pero,  de  repente,  quería  saber  quién  o  qué había causado la herida original. El  timbre  agudo  de  su  teléfono  rasgó  el  silencio.  Pedro,  programado  para  contestar,  llevaba  la  mano  al  bolsillo  cuando  recordó  su  promesa.  Su  mano se detuvo en el aire. El teléfono siguió sonando y Paula arqueó una ceja.

–¿Vas a contestar la llamada?

–No –requirió  un  gran  esfuerzo  de  voluntad  no  sacar  el  teléfono,  las  manos le sudaban y sus dedos anhelaban contestar, pero lo consiguió.

–La  próxima  vez,  contesta  –dijo  ella,  cuando  por  fin  dejó  de  sonar–. Sabes que quieres hacerlo.

Una parte de él quería hacerlo, pero era una respuesta condicionada por haber antepuesto el trabajo a todo durante muchos años.Ella  lo  había  llamado  «El  Proveedor»  y  era  una  buena  descripción.  Había asumido ese papel el día que su padre falleció de repente y su madre lo telefoneó.  Había  regresado  de  Estados  Unidos  para  encargarse  de  todo.  Esa  función  ya  no  era  necesaria,  pero  se  había  convertido  en  una  forma  de  vida  que nunca había cuestionado antes.

Pero a partir de ese momento, la posibilidad de cerrar un trato, ampliar el negocio   u   obtener   más  beneficios  ocuparía   un   segundo   lugar   ante   su   necesidad  de  conseguir  que  su  matrimonio  funcionara.  Por  primera  vez  en  su  vida le daba igual quién llamara, no quería oír el buzón de voz, no le importaba que su empresa se hundiera.El teléfono volvió a sonar, ahuyentando a los pájaros. Los ojos verdes de Paula lo observaban.

–Contesta.  Así  podrás  dejar de  preguntarte  quién  es  y  cuánto  dinero  estás perdiendo.

–Eso no es lo que me estoy preguntando.

Se  preguntaba cómo iba  a compensar  a  Paula   por  lo  que  le  había  hecho. Cómo iba a demostrarle que la amaba. Los remordimientos lo asolaban.

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