lunes, 25 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 54

–¿Tenemos que volver a hablar de eso?

–Sí.  No vamos a  renunciar a  lo  que tenemos,  así  que  debemos  dejar  claro lo que sentimos. Me casé contigo porque te amaba y quería pasar el resto de mi vida a tu lado. No dediqué el tiempo suficiente a hacértelo saber –suspiró con  fuerza–  pero  tienes  que  entender que mi  fallo se  debió a  la presión  del trabajo,  no  a  la  falta de amor. Como mucho,  puedes  acusarme  de  complacencia.

–Y de arrogancia.

–Sí,  también  –farfulló  Pedro–.  Cometí  errores,  pero  nunca  me  dijiste  lo  que  sentías  y  creía  que  nuestro  matrimonio  era  sólido  y  bueno.  Tú  no  lo  veías así y no dijiste nada. Te regalaba joyas y me dabas las gracias.  Sufrías los poco sutiles comentarios de mi madre sin decirme nada.

–Es tu madre y la quieres.

–Tú eres mi esposa y te quiero –dijo él, comprendiendo que ella nunca había  tenido  una  madre ni  una  familia  que  la  amara  sin  condiciones–.  Mi  primera  responsabilidad  es  para  contigo.  Siempre  lo  será  –contuvo  el  aliento,  esperando su respuesta–. Dí algo. Pero no insistas en lo de mi arrogancia. Eso ya ha quedado claro.

–Si seguimos... –dejó la frase en el aire–. ¿Qué será de esa familia que soñabas con tener?

–Tú eres la familia que soñaba tener, en cuanto lo demás... –ignorando a  los  perros,  se  inclinó  hacia  ella,  agarró  sus  manos  y  la  levantó–.  Lo  solucionaremos juntos. Tendrás que decirme lo que piensas y te escucharé con atención.  Te  amo  –tomó  su  rostro  entre  las  manos–.  Cuando acabe de  demostrártelo no habrá lugar a dudas en tu mente.

En el  silencio  que siguió,  él  entendió  el  significado  de  la  palabra  «suspenso». Se preguntó qué iba a hacer si ella lo rechazaba, porque se sabía incapaz de aceptar un «No».

–Si vuelves a hacerme daño, no habrá otra oportunidad –los ojos verde mar atraparon los suyos.

–Si vuelvo a hacerte  daño, Terminator me comerá  –farfulló  él.   Abrió la mano  y  le  mostró  su  anillo  de  boda–.  Debe  estar  en  tu  dedo,  no  en  tu  bolso.  Póntelo y no vuelvas a quitártelo nunca.



-¿Esto forma para de tu plan para que confíe en tí? ¿Llevarme al cráter de  un  volcán?  –Paula aferraba  el  asiento  del  helicóptero mientras miraba los campos de lava y la boca del volcán con una mezcla de miedo y fascinación.

El  piloto de Pedro había volado desde  Palermo  y les había recogido  para hacer un tour aéreo de esa parte de la isla.

–¿Vamos a aterrizar?

–Hoy no. Hoy veremos el paisaje desde arriba –su sonrisa era tan sexy que  ella  no  podía  dejar  de  mirar  su  boca. 

La  atracción era  tan fuerte  que le daba vueltas la cabeza. Los días se habían fundido en una larga e indulgente expresión del amor que sentían.

–Tal vez ya hayamos hecho suficiente turismo por un día –murmuró ella, odiándose  por  su  debilidad–.  ¿Volvemos  a  casa?  –se le aceleró el  corazón al pensar en lo que eso implicaría.

Ambos eran insaciables. Por más tiempo que pasaran en la cama, no se cansaban el uno del otro.

–No podemos volver a casa aún.

–¿Por qué no?

–Es  una  sorpresa.  Están haciendo cambios en la  casa  –no quiso decir  más y eso intrigó a Paula.

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