viernes, 1 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 3

En ese momento, agradeció la protección adicional que le otorgaban las gafas de sol.  No le  gustaba  revelar  sus  pensamientos,  siempre  se  había  protegido.  Confiar  en  él  había  requerido  todo  su  coraje  y  por  ello  su  traición  había resultado más devastadora aún.Aunque no le vió hacer ningún gesto, uno de los coches se acercó a ella.

–Sube al coche, Paula–el tono de voz gélido la envolvió, paralizándola.

No podía moverse. Miró el interior del lujoso vehículo, evidencia del éxito de los Alfonso.Se suponía que tenía que subir sin hacer preguntas. Seguir sus órdenes porque  eso  era  lo  que  hacían  todos.  En su  mundo, un mundo que la mayoría de la gente no podía ni  imaginar,  era omnipotente.  Él decidía qué ocurría  y  cuándo. Ella pensó que su tercer error  había  sido  regresar.  La ira que había  controlado durante dos años empezaba a corroerla como un ácido. No quería subir a ese coche con  él.  No quería compartir un espacio cerrado con ese hombre.

–Estoy mareada después del viaje. Antes de ir al hotel, voy a pasear por Palermo  un  rato  –había reservado un hotel pequeño,  invisible al radar  de  un  Alfonso. Un sitio donde recuperarse del impacto emocional de asistir a la boda.

–Sube al coche, o te subiré yo –siseó él–. Avergüénzame en público otra vez y te arrepentirás.

Otra vez. Porque  ella  había  hecho  exactamente eso.  Había tomado su orgullo masculino y lo había roto en pedazos, y él nunca la había perdonado. Perfecto, porque ella no l  había  perdonado a  él por abandonarla  cuando más lo necesitaba.No podía perdonar ni olvidar, pero daba igual porque no quería reavivar su relación. No quería arreglar lo que habían roto. Ese fin de semana no tenía que ver con ellos, sino con la hermana de él. Su mejor amiga. Se  centró en  esa  idea, agachó  la  cabeza  y subió al  coche, agradeciendo  los  cristales  opacos  que  la  ocultarían  del  escrutinio  de  los  pasajeros que observaban desde el avión.

Pedro se reunió  con  ella y los  pestillos de seguridad chasquearon,  recordándole  que  la  adinerada  familia  Alfonso siempre era un  objetivo  y  necesitaba protección. Él se inclinó  hacia delante y le habló al chófer en el  italiano, cantarín y sedoso,  que ella adoraba.  Dados  sus  negocios  internacionales,  usaba  más  el  italiano que el dialecto siciliano local, más gutural, aunque no le costaba nada cambiar de uno a otro.

–¿Cómo sabías que venía en ese vuelo?  –preguntó Paula, envidiando  la libertad de los pasajeros que empezaron a desembarcar.

–¿Lo preguntas en serio?

Si había algo que la familia Alfonso desconocía, era porque no  le interesaba. La amplitud y alcance de su poder era abrumadora, sobre todo para alguien como ella, llegada de la nada.

–No esperaba que me recibieras.  Iba a ponerle un mensaje a Luciana,  o llamar a un taxi, o algo.

–¿Por qué?  –su musculosa pierna estaba muy cerca de la de ella,  invadiendo su espacio personal–. ¿Querías averiguar si pagaría el rescate si te secuestraban? –exudaba  poder  y,  de repente,  ella comprendió por qué se había dejado llevar. Apenas podía  pensar  en  su  presencia.  Incluso  en  ese  momento, su sexualidad la dejaba sin aire.

–Pronto tendremos la sentencia de divorcio –intentó ampliar la distancia entre ellos–. Seguramente les habrías pagado para librarte de mí. Tu insolente y desobediente exesposa.

–Hasta que la  tinta  se seque en  esos  documentos,  eres  una  Alfonso.  Actúa como una –la tensión entre ellos adquirió un punto máximo.

Paula recostó  la  cabeza.  Paula Alfonso.  Un  recordatorio legal de que  había tomado una mala decisión. El apellido sonaba mejor que la realidad.  La  grande y poderosa familia  Alfonso estaba  unida por  vínculos  de  sangre y siglos de historia. El apellido era sinónimo de éxito, deber y tradición. Incluso  Luciana,  a pesar de su rebeldía  y  su  educación  en  una  universidad  inglesa,  iba a casarse con un siciliano de buena familia. Su futuro estaba  planificado.  Pasado un  año tendría  un  bebé.  Y  después  otro.  Eso  hacían  los  Alfonso. Traer a otros Alfonso al mundo para continuar la dinastía.

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