miércoles, 6 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 12

–Tú no entregas  tu  corazón fácilmente, pero cuando lo haces es para siempre.  Sé cuánto  amabas a Pepe  –Luciana se acercó con expresión interrogante–.  Siempre que nos hemos  visto estos dos últimos años,  has evitado el tema, pero quiero saber qué fue mal. Dame los detalles.

–Me fui –consiguió decir Paula.

–Sí, pero ¿Por  qué?  –Luciana  agarró  sus  manos–.  Pepe me dijo que tuviste un  aborto.  No te enfades,  lo obligué a contarme lo que había ocurrido.  Ojalá me hubieras llamado.

–No podrías haber hecho nada.

–Habría escuchado. Debías de estar devastada.

Devastada ni siquiera empezaba a describir lo que Paula había sentido ese día.

–A pesar del horror, no puedo creer que te fueras solo por eso. ¿Te dijo algo él? ¿Hizo algo?

Él no había hecho absolutamente nada.Ni siquiera había interrumpido su reunión.Era típico que la dulce Luciana adivinara que su hermano no estaba libre de culpa, pero Paula no buscaba ni quería era una reconciliación. No pretendía castigarlo, sino protegerse a sí  misma. Y seguiría protegiéndose, como siempre.

–Sé cómo son los hombres –Luciana se negaba a rendirse–. Insensibles y egocéntricos. Siempre dicen lo que no conviene y, si nos molesta, nos acusan de exagerar o tener una  sobrecarga hormonal.  A veces estrangularía a Daniel.

–Vas a casarte con él mañana.

–Porque lo quiero y  estoy adiestrándolo para que sea menos  insoportable.  Pepe es  mi  hermano,  pero eso no me ciega a sus defectos. Tal vez seamos culpables por  depender  tanto de él  –Luciana soltó  las  manos  de  Paula–.  Cuando murió papá fue terrible.  Mamá  estaba fatal,  yo  tenía once  años y Fede  aún estaba en el colegio. Pepe volvió de Estados unidos y se hizo cargo de todo. Nos apoyamos en él... –hizo una mueca– y hemos seguido haciéndolo.  Todo el  mundo lo admira,  pero sé lo  testarudo y arrogante que puede ser. Dime qué fue lo que te hizo, Pau.

–Te agradezco lo que intentas hacer,  Lu,  pero no cambiará  nada.  Hemos terminado. No podemos volver atrás. Y yo no querría hacerlo.

–Eran perfectos juntos. Tan perfectos que daba un poco de grima verlo, la verdad. Pero nos devolvió la fe en el amor. Incluso el cínico Federico se quedó atónito por el cambio de Pedro.

–Apenas nos conocíamos cuando nos casamos –Paula se sentía como un pez en un anzuelo–. No sirve de nada que intentes convertirlo en un cuento de  hadas, Lu.  No  hay  cuento de hadas.  Lo siento,  pero no todos los episodios de sexo apasionado tienen un final feliz o duran para siempre.

–Pepe y tú deberíais estar juntos –los ojos de Luciana se llenaron del lágrimas de frustración–. Mi hermano está muy dolorido, sufre, Pau, y sé que tú  también...  –las  lágrimas se desbordaron y  se limpió  las  mejillas con la  mano–  voy a arruinarme  el  maquillaje.  A este ritmo  no habrá  fotos  de  boda.  Paula, por Dios, ocurriera lo que ocurriera, perdonense y sigan  adelante.

–Estoy siguiendo adelante. Ya he seguido.

–Quiero decir con él, no sin él. 

–No debiste interferir  –Paula estaba cansada–.  Alojarnos en la misma villa ha sido cruel...

–Cuando  estaban  juntos  no  podían  dejar  de  tocarse.  –Luciana se sonó la  naríz–.  Pensé  que,  si estaban atrapados en el mismo  lugar,  podrían  arreglar  las cosas.

–Pues no podemos –Paula estaba segura de que  su  presencia  allí  era  un error–. Me iré mañana a primera hora. No tendría que haber venido.

–¡Eres mi dama de honor! Quiero que estés aquí para mi boda.

–Mi  presencia  aquí  destrozará  a  la  familia   –Paula la  miró  con  frustración.

 A ella la estaba destrozando; estar tan cerca de Pedro era más doloroso de lo que había creído posible.

–¡No te vayas!


–Ya no tenemos  dieciocho  años. Muchas cosas han  cambiado  –Paula se preguntó cuándo su amiga se había vuelto tan egoísta que solo pensaba en sus  propias  necesidades.  Estar  allí la estaba matando–.  Tienes a tus primitas de ayudantes  –pensó en las cuatro  niñas de pelo oscuro que correteaban por todos sitios creando el caos y encantando a todo el mundo con sus risas.


–Te quiero a tí, y quiero que Pepe y tú vuelvan a estar juntos. Aunque  pudiera  parecer  superficial,  Paula envidió  a  Luciana su forma de ver el mundo: aún creía que a la gente buena le pasaban cosas buenas.


–Abajo se celebra una  fiesta en tu honor.  Deberíamos  bajar  –se  apartó  de su amiga.



Paula recordó  las veces que habían reído  juntas en la residencia  universitaria y añoró la simplicidad de aquellos días. Alguna  gente  pensaba  que  era  mejor  haber  amado  y  perdido que no haber amado nunca. Pensaba que esa gente estaba loca.



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