–Tú no entregas tu corazón fácilmente, pero cuando lo haces es para siempre. Sé cuánto amabas a Pepe –Luciana se acercó con expresión interrogante–. Siempre que nos hemos visto estos dos últimos años, has evitado el tema, pero quiero saber qué fue mal. Dame los detalles.
–Me fui –consiguió decir Paula.
–Sí, pero ¿Por qué? –Luciana agarró sus manos–. Pepe me dijo que tuviste un aborto. No te enfades, lo obligué a contarme lo que había ocurrido. Ojalá me hubieras llamado.
–No podrías haber hecho nada.
–Habría escuchado. Debías de estar devastada.
Devastada ni siquiera empezaba a describir lo que Paula había sentido ese día.
–A pesar del horror, no puedo creer que te fueras solo por eso. ¿Te dijo algo él? ¿Hizo algo?
Él no había hecho absolutamente nada.Ni siquiera había interrumpido su reunión.Era típico que la dulce Luciana adivinara que su hermano no estaba libre de culpa, pero Paula no buscaba ni quería era una reconciliación. No pretendía castigarlo, sino protegerse a sí misma. Y seguiría protegiéndose, como siempre.
–Sé cómo son los hombres –Luciana se negaba a rendirse–. Insensibles y egocéntricos. Siempre dicen lo que no conviene y, si nos molesta, nos acusan de exagerar o tener una sobrecarga hormonal. A veces estrangularía a Daniel.
–Vas a casarte con él mañana.
–Porque lo quiero y estoy adiestrándolo para que sea menos insoportable. Pepe es mi hermano, pero eso no me ciega a sus defectos. Tal vez seamos culpables por depender tanto de él –Luciana soltó las manos de Paula–. Cuando murió papá fue terrible. Mamá estaba fatal, yo tenía once años y Fede aún estaba en el colegio. Pepe volvió de Estados unidos y se hizo cargo de todo. Nos apoyamos en él... –hizo una mueca– y hemos seguido haciéndolo. Todo el mundo lo admira, pero sé lo testarudo y arrogante que puede ser. Dime qué fue lo que te hizo, Pau.
–Te agradezco lo que intentas hacer, Lu, pero no cambiará nada. Hemos terminado. No podemos volver atrás. Y yo no querría hacerlo.
–Eran perfectos juntos. Tan perfectos que daba un poco de grima verlo, la verdad. Pero nos devolvió la fe en el amor. Incluso el cínico Federico se quedó atónito por el cambio de Pedro.
–Apenas nos conocíamos cuando nos casamos –Paula se sentía como un pez en un anzuelo–. No sirve de nada que intentes convertirlo en un cuento de hadas, Lu. No hay cuento de hadas. Lo siento, pero no todos los episodios de sexo apasionado tienen un final feliz o duran para siempre.
–Pepe y tú deberíais estar juntos –los ojos de Luciana se llenaron del lágrimas de frustración–. Mi hermano está muy dolorido, sufre, Pau, y sé que tú también... –las lágrimas se desbordaron y se limpió las mejillas con la mano– voy a arruinarme el maquillaje. A este ritmo no habrá fotos de boda. Paula, por Dios, ocurriera lo que ocurriera, perdonense y sigan adelante.
–Estoy siguiendo adelante. Ya he seguido.
–Quiero decir con él, no sin él.
–No debiste interferir –Paula estaba cansada–. Alojarnos en la misma villa ha sido cruel...
–Cuando estaban juntos no podían dejar de tocarse. –Luciana se sonó la naríz–. Pensé que, si estaban atrapados en el mismo lugar, podrían arreglar las cosas.
–Pues no podemos –Paula estaba segura de que su presencia allí era un error–. Me iré mañana a primera hora. No tendría que haber venido.
–¡Eres mi dama de honor! Quiero que estés aquí para mi boda.
–Mi presencia aquí destrozará a la familia –Paula la miró con frustración.
A ella la estaba destrozando; estar tan cerca de Pedro era más doloroso de lo que había creído posible.
–¡No te vayas!
–Ya no tenemos dieciocho años. Muchas cosas han cambiado –Paula se preguntó cuándo su amiga se había vuelto tan egoísta que solo pensaba en sus propias necesidades. Estar allí la estaba matando–. Tienes a tus primitas de ayudantes –pensó en las cuatro niñas de pelo oscuro que correteaban por todos sitios creando el caos y encantando a todo el mundo con sus risas.
–Te quiero a tí, y quiero que Pepe y tú vuelvan a estar juntos. Aunque pudiera parecer superficial, Paula envidió a Luciana su forma de ver el mundo: aún creía que a la gente buena le pasaban cosas buenas.
–Abajo se celebra una fiesta en tu honor. Deberíamos bajar –se apartó de su amiga.
Paula recordó las veces que habían reído juntas en la residencia universitaria y añoró la simplicidad de aquellos días. Alguna gente pensaba que era mejor haber amado y perdido que no haber amado nunca. Pensaba que esa gente estaba loca.
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