viernes, 22 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 49

–¿Te fuiste a vivir con ellos?

–No. Esa primera noche estaba  tan  stresada  por  la  novedad  de  estar  en un sitio nuevo con gente desconocida que no podía respirar. Tuve un ataque de  asma.  Pasamos  la  noche  en  urgencias y después  de  eso... –hizo  una  pausa– decidieron que preferían no tener hijos a tenerme a mí. No querían una criatura enferma, viajes a urgencias, preocupaciones y ansiedad. Querían una niña  que encajase  en  esa  habitación:  rizos rubios,  vestidos  color  rosa  y  pura  perfección.  Y esa no era  yo;  una  pena,  porque me había  enamorado  de  esa  habitación  llena de  libros.  Me encantaba  la  idea  de  poder  cerrar  la  puerta  y  quedarme  dentro,  simulando  que  era  una  biblioteca.  Iba a leer cada  libro  y  ería  una  gran  aventura  –consciente  de  que  había  revelado  más  de  lo  que  esperaba, aligeró el tono de voz–. Ahora ya lo sabes: soy un desastre porque no  tuve  libros  –tampoco  había  tenido  familia,  pero  eso  no  lo  dijo–.  Tal  vez,  si  hubiera leído cuentos de hadas, no sería tan desastre. Mi problema es que no sabría distinguir un final feliz aunque tropezara con él.

Siguió  un  largo  silencio.  Pedro se  apoyó  en  el  codo  y  se  irguió  para  mirarla, incrédulo.

–¿Estás diciendo que cambiaron de opinión?

–Eso sucede. Por eso hacen una prueba. Es importante que el proceso de adopción sea adecuado para todos. Yo no era adecuada para ellos –pensó que  eso  ya  no  debería  dolerle  tanto–.  Fue  duro  para  mí  porque  era  muy  pequeña y había confiado en ellos. Cuando me dijeron que iba a ser su niñita, lo creí. Fue una estupidez, porque ya sabía que los adultos no solían hablar en serio.

–¿Y después de eso? –su rostro estaba pálido.

–Después me esforcé en convertirme en una niña inadoptable. Eso era lo mejor para todos.

–Porque no querías arriesgarte a que ocurriera de nuevo –estiró el brazo y le apartó el pelo de la cara con suavidad–. ¿Cuántos años tenías?

–Tenía ocho años.  Pero los había  pasado en  casas de acogida  y  residencias, así que no era la niña de ocho años típica –sintió que sus brazos la rodeaban y la apretaban contra él.

–¿Por qué no me lo habías contado antes?

–Intento  no  pensar  en  ello. Es el  pasado. No  es  relevante  –según lo decía, supo que no era verdad.

–Ambos sabemos que es relevante. Y es la razón de que te protejas con tanta  fiereza.  Explica  muchas  cosas  –la  abrazó  con  fuerza,  como  si  quisiera  compensar años de aislamiento y soledad.

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