–Estaré bien. Luciana ha vuelto de su luna de miel y vamos a vernos en el Spa, para hacernos la manicura y charlar. Y le he prometido a Federico echar un vistazo al club deportivo del complejo: voy a observar a los entrenadores en acción y hacer algunas recomendaciones. Después buscaré un despacho vacío y contestaré los mensajes que he ignorado desde que fuimos a Taormina.
–Puedes usar mi despacho, pero preferiría que no tuvieras que trabajar hoy.
–No tengo que trabajar. Quiero trabajar –Paula dió un paso atrás, preguntándose si llegaría el día en que no le temblaran las rodillas solo con mirarlo–. Ya está. Estás muy elegante.«Pecaminosamente guapo», pensó. «Y mío».
–Volveré a tiempo para llevarte a cenar –Pedro llevó la mano a su chaqueta–. He descubierto un nuevo restaurante...
–En ese caso, me compraré un vestido nuevo.
–Hazlo –se inclinó hacia ella y la besó–. Hablé con mi madre, por cierto. La horrorizó saber que habías pasado por eso sin decírselo a nadie. Habría deseado que confiaras en ella.
–No es mi fuerte, como sabes.
–Intenté explicárselo, pero no quería hablar de tu pasado sin haberte perdido permiso –acarició su mejilla con los nudillos–. Podrías confiar en ella. Le ayudaría a entender.
–Quiere verte feliz. Eso lo entiendo muy bien.
–Soy feliz –la abrazó con fuerza–. ¿Cómo podría no ser feliz teniéndote a tí?
El teléfono sonó y él suspiró con exasperación.
–Echo de menos Taormina –rezongó.
Un segundo después salía por la puerta. Su mente ya estaría centrada en solucionar el asunto de Cerdeña. Un trato muy importante para él.
–Soy muy lista –Luciana, encantada consigo misma, ajustó el ala de su sombrero–. Sabía que, si los reunía, no aguantarían sin tocarse. Y Pedro está a punto de cerrar el negocio sardo, así que habrá un «felices para siempre » para todos.
–¿Por qué es tan importante lo de Cerdeña? –Paula estaba sentada en una hamaca, a su lado.
–Era el sueño de nuestro padre –Luciana se puso crema en las piernas–. Quería tener hoteles en las dos islas. Pero es difícil conseguir terreno para construir allí. Pepe encontró el lugar perfecto porque es un genio. Y hace que la gente casi se sienta obligada a vender. Por eso tiene que finalizar el trato en persona. Se lo venden a él, confían en que hará lo correcto. Que construirá sin arruinar el entorno. ¿Qué tal Taormina?
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