miércoles, 13 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 28

«¿Desafortunado?». La niebla de la mente de Paula se despejó. Todo lo que se había ablandado volvió a endurecerse.

–Al menos admites que fue una  mala  decisión,  supongo que es  un principio –dijo, temblorosa.–Si hubiera sabido que iba a afectarte tanto, es obvio que habría tomado otra decisión, pero el negocio caribeño estaba en una fase muy delicada.

«¿Delicada?». Paula se vió en la cama del hospital, cuando le dieron la noticia.  Él no tenía  ni idea de por lo  ue  había  pasado,  y ella  no  se  había  molestado en contárselo porque ya era irrelevante.

–Estás diciendo que solo fue una mala decisión por cómo reaccioné. Si hubiera  actuado  como una tolerante  esposa  siciliana,  poner  tu  trabajo  por  encima de todo habría sido aceptable.

–Ese es nuestro  hotel de más  éxito.  Si no  hubiera  ido  ese  día,  habríamos perdido la puja.

–Así que estás  diciendo  que  el  negocio era  más  importante  que  yo,  y  que no te arrepientes porque te está dando buenos beneficios.

–¡Otra vez estás tergiversando lo que digo!

–No tergiverso nada. Lo veo todo muy claro.

–Ya está hecho. No tiene sentido recordarlo.

–Me alegra saber que no te fustigas por ello –dijo Paula, seca–. Odiaría pensar que los remordimientos te quitan el sueño por la noche.

–Lo que digo  es  que anclarse  en  el  pasado  es  un desperdicio  de  energía. No se puede cambiar.

–Cierto, pero puede utilizarse como indicador del comportamiento futuro. Se llama aprender de los errores. Algo que a tí no se te da bien, quizá porque el ego te nubla  la  visión  –Paula saltó  de  la cama  y  fue  hacia  su  maleta,  abandonada en el suelo. Horrorizada por lo cerca  que  había  estado  de  dejarse  seducir  por  un  regreso al pasado, tiró de la cremallera.

Él la miraba, incrédulo.

–¿Qué diablos haces ahora?

–Irme. Es lo que intentaba hacer antes de que entraras aquí y utilizaras el sexo como arma.

–No utilicé el sexo como arma –su mirada se volvió oscura y peligrosa–. A no ser que te refieras a usarlo para cascar tu inexpugnable coraza.

–Llevo esa coraza para protegerme de gente como tú.

–Te  amaba.  Aún te  amo  –su  voz  se  espesó–.  Me  comprometí  contigo,  pero por lo visto eso no significó nada para ti. Sigue sin significar nada.

–Nunca  me  amaste,  Pedro.  Te  gustaba  el  reto,  la  persecución...  –abrió  la  maleta–.  Quizá  te  gustara  que  fuese  la  única  mujer  que  no  te  miraba  embobada y a la que no impresionaban tu dinero y tu estatus. No lo sé, pero sí sé que no era amor. Tú solo amas tu trabajo, es lo primero para tí.

–Te amaba. Pero eso te daba miedo. Tu problema es que no te permites necesitar a alguien.

–Y eso te irrita, ¿Verdad? No puedes tener una relación con alguien que no  te  necesite.  No  quieres  un  igual,  quieres  a  alguien  dependiente  porque  así  te  sientes  más  grande  y  más  macho  –sacó una camiseta  de  la  maleta–.  Me  obligaste a necesitarte. Pinchaste y pinchaste hasta agujerear la armadura que llevo creando toda la vida, y después te marchaste, dejándome expuesta.Te odio por eso.

–¿Por qué no me lo dijiste en vez de irte sin más? Eso fue una cobardía.

–Fue pura supervivencia.

–Volví  del  viaje  dispuesto  a  ofrecerte  todo  mi  apoyo  y  estabas  allí  sentada, en silencio. No me hablaste, excepto para decir: «Voy a dejarte».

Ella no había tenido palabras para comunicar lo que sentía. Era algo tan enorme y aterrador que apenas era capaz de funcionar como persona.

–No había más que  decir  –Paula se  puso  unos  pantalones  vaqueros–. Esta conversación ha terminado. Mi vuelo sale dentro de una hora.

–Entonces  saldrá  con  una  pasajera  menos  –el  tono  áspero  de  su  voz  habría detenido a cualquier otra mujer, pero Pedro se puso los zapatos.

–Estaré en ese  avión, y si intentas  detenerme,  llamaré  a  la  policía  –prefirió  no  recordar  que  el  jefe  de  policía  cenaba  con  los  Alfonso muy a menudo–. El divorcio sigue adelante. Esta mañana firmé todos los documentos que trajo Hernán.

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