viernes, 22 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 48

Se preguntó si había sido injusta.Sabía  que  él  estaba  esperando  que  dijera:  «Te  quiero»,  pero  no  podía  hacerlo.  No  estaba  lista.  El  pasado  se  interponía  entre  ellos;  era  un  obstáculo  para que ella confiara y para que él la entendiera.

–No  toda  la  culpa  fue  tuya  –tenía  la  mejilla  en  su  hombro  y  una  mano  sobre  su  estómago–.  Como  espero  que  la  gente  me  falle,  prefiero desconfiar desde el primer momento.

–Sí que te fallé.

–Pero solo te dí una oportunidad –pensar que tal vez había sido injusta le quitó el aire.

–Estabas protegiéndote. Eso lo entiendo. Te han fallado en el pasado y yo repetí el patrón.

–Había pasado por eso.  Había sentido  la  emoción,  la  esperanza,  la  cálida  sensación  de  pertenencia  de  cuando  crees  que  alguien  te  quiere  a  su  lado.  Y  cuando  fue  mal,  cuando resulté no  ser lo que  querían que fuera,  me dolió tanto que me prometí que no dejaría que volviera a ocurrir. 

–¿Estás hablando de un hombre?

–Sabes  que  fuiste  el  primer  hombre  con  quien  me  acosté  –dijo  ella,  sabiendo lo posesivo que era.

–¿Quién  entonces?  ¿Quién  te  hizo  daño?  –su  voz  sonó  áspera–. Cuéntamelo.

–Cuando era pequeña casi me adoptaron.

–¿Casi? –se sorprendió Pedro.

–Cuando estaba en el orfanato,  una  pareja  vino  a  verme  varias  veces.  Pensaban que podía ser «la suya». Querían una bebé, pero no había, y yo por lo menos era niña. Llevaban diez años intentando tener hijos. Habían gastado una fortuna en tratamientos de fertilidad y cuando se decidieron por la adopción eran  demasiado  mayores para recibir un bebé.  Ya  tenían preparada  una habitación, pintada de color rosa y llena de lucecitas. Necesitaban una niña que encajara con la habitación y con sus sueños. Yo no era rubia y de ojos azules, pero decidieron llevarme a su casa a pasar el fin de semana –el recuerdo dolía, incluso  después  de  tantos  años.  Recordaba  el  perfume  de  la  mujer  y  su  ropa  perfecta–.  El  rosa no me gustó demasiado,  pero los libros  sí.  Tendrías que  haber visto los libros –recordaba perfectamente las hileras de libros, de lomos de colores–. Libros infantiles, cuentos de hadas, de todo. Yo no había tenido un libro en toda mi vida, y a esa pareja le encantaba leer. Él era profesor de inglés y ella florista. Había libros y flores por toda la casa. Y me habían elegido a mí, estaba muy emocionada.

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