Se preguntó si había sido injusta.Sabía que él estaba esperando que dijera: «Te quiero», pero no podía hacerlo. No estaba lista. El pasado se interponía entre ellos; era un obstáculo para que ella confiara y para que él la entendiera.
–No toda la culpa fue tuya –tenía la mejilla en su hombro y una mano sobre su estómago–. Como espero que la gente me falle, prefiero desconfiar desde el primer momento.
–Sí que te fallé.
–Pero solo te dí una oportunidad –pensar que tal vez había sido injusta le quitó el aire.
–Estabas protegiéndote. Eso lo entiendo. Te han fallado en el pasado y yo repetí el patrón.
–Había pasado por eso. Había sentido la emoción, la esperanza, la cálida sensación de pertenencia de cuando crees que alguien te quiere a su lado. Y cuando fue mal, cuando resulté no ser lo que querían que fuera, me dolió tanto que me prometí que no dejaría que volviera a ocurrir.
–¿Estás hablando de un hombre?
–Sabes que fuiste el primer hombre con quien me acosté –dijo ella, sabiendo lo posesivo que era.
–¿Quién entonces? ¿Quién te hizo daño? –su voz sonó áspera–. Cuéntamelo.
–Cuando era pequeña casi me adoptaron.
–¿Casi? –se sorprendió Pedro.
–Cuando estaba en el orfanato, una pareja vino a verme varias veces. Pensaban que podía ser «la suya». Querían una bebé, pero no había, y yo por lo menos era niña. Llevaban diez años intentando tener hijos. Habían gastado una fortuna en tratamientos de fertilidad y cuando se decidieron por la adopción eran demasiado mayores para recibir un bebé. Ya tenían preparada una habitación, pintada de color rosa y llena de lucecitas. Necesitaban una niña que encajara con la habitación y con sus sueños. Yo no era rubia y de ojos azules, pero decidieron llevarme a su casa a pasar el fin de semana –el recuerdo dolía, incluso después de tantos años. Recordaba el perfume de la mujer y su ropa perfecta–. El rosa no me gustó demasiado, pero los libros sí. Tendrías que haber visto los libros –recordaba perfectamente las hileras de libros, de lomos de colores–. Libros infantiles, cuentos de hadas, de todo. Yo no había tenido un libro en toda mi vida, y a esa pareja le encantaba leer. Él era profesor de inglés y ella florista. Había libros y flores por toda la casa. Y me habían elegido a mí, estaba muy emocionada.
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