lunes, 4 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 7

Pedro vació el vaso de whisky de un trago, intentando  mellar la mordedura de sus emociones mientras esperaba  a  Paula en la terraza de la villa. Se había prometido distanciamiento y fría calma,  pero esa  resolución  había  durado  hasta que ella bajó  del  avión.  Igual  que  su  plan  de  no hacer referencia a su situación. Las emociones conflictivas se habían desatado como una tormenta interior, que había empeorado al ver la ausencia de respuesta de ella, que había convertido en un arte la ocultación de sus sentimientos. Deseando tener  tiempo para ir  a correr un  rato  y  quemar  la  adrenalina  que  le  abrasaba  las  venas,  llevó  los  dedos  al  cuello  de  la  camisa  blanca de vestir y lo aflojó un poco.  Rellenó el vaso con mano temblorosa.

Ella seguía culpándolo, era obvio, pero también seguía sin querer hablar del tema. Él lo había intentado  después  del  suceso,  pero ella parecía  conmocionada. Su reacción a la pérdida del bebé había sido mucho peor de lo que él había esperado.Él  había  atemperado  su  propia  tristeza  con  realismo.  Esas  cosas  ocurrían.  Su  madre  había  perdido  dos  bebés,  su  tía,  uno.  Era  el  primer  embarazo de Paula y él había estado filosófico.Ella, inconsolable. Y testaruda.Aparte  del  mensaje  que había  dejado  en  su  buzón de voz,  diciéndole  «que no se molestara en abreviar su reunión porque había perdido el bebé», se había negado a hablar de lo ocurrido. El  sudor  perló  su  nuca  y  deseó  por  enésima  vez  no  haber  apagado el  teléfono  antes  de  entrar  a  esa  reunión.  Si  hubiera  contestado  a  la llamada,  ¿Estarían en una situación distinta? Al pensar en la celebración que tenía ante sí, deseó vaciar la botella de whisky. Anestesiarse para paliar su dolor. Tal vez odiaba las bodas porque su matrimonio había sido un desastre total. Una  parte  de él deseaba  que  su  hermana se  hubiera fugado  sin  más.  Pero se casaba  con  un siciliano  y  sería  una  boda  siciliana  tradicional.  Se esperaba que él,  como hermano mayor y cabeza  de  familia,  jugara  un  papel  importante  en  las  celebraciones.  El  honor  de  la  familia  y  la  imagen  de  la  dinastía Ferrara estaban en juego.

–Estoy preparada –dijo una voz a su espalda.

Él tomó aire antes de darse la vuelta. Aun así, la conexión fue inmediata y  poderosa.  Era  como  estar  atrapado  en  una  tormenta  eléctrica.  El  aire  chisporroteaba  y  siseaba  a  su  alrededor desde  que  ella  había  cruzado  el umbral.«¿Preparada?».  Estuvo  a  punto  de  echarse  a  reír.  Ninguno  de  ellos  estaría  nunca  preparado  para  lo  que  estaba  por  llegar.  Su  separación  había  atraído casi tanta atención como su boda. Esa noche no habría cámaras, pero los invitados sentían una macabra fascinación por saber cómo iba a tratar a la mujer que lo había abandonado de manera tan escandalosa. Al mirarla, la atracción le atenazó el estómago. Su cuerpo, esbelto y en forma,  estaba  envuelto  en  un  vestido  de  fina  seda  azul.  El  vestido  no  habría tenido  perdón  con  la  mayoría  de  las  mujeres,  pero  Paula  no  necesitaba  perdón. Su cuerpo era su imagen de marca, y se vestía para lucirlo y publicitar su  empresa.  No  le  habría  sorprendido  ver  la  dirección  de  su  página  web  impresa en el bajo: Fitness Alfonso. Él había sido quien, viendo su potencial, la había animado a expandirse y pasar del entorno personal al corporativo.No  era  bella  en  el  sentido  clásico,  pero  su  coraje  y  su  empuje  habían  sido  mejor  afrodisiaco  que  una  melena  rubia  y  un  pecho  generoso.  Solo él sabía  que  la   apariencia   sobria   y   el   carácter de tigresa  escondían una  inseguridad monumental. Viendo  su  aspecto exterior  nadie  habría  adivinado  el  caos  que  era  por  dentro;  él  nunca  había  conocido  a  nadie  más  traumatizado  que  Paula.  Había  tardado meses en conseguir que se abriera un poco y, cuando lo hizo, la cruda realidad de su infancia lo había impactado. La sucesión de casas de acogida y abandonos le había ayudado a empezar a entender por qué era tan distinta de otras mujeres.Se  preguntó  si  había  sido  arrogancia lo que  le  había  hecho  creer  que  podía  derribar  sus  defensas.  Le  había  exigido  confianza a quien  no  tenía  razones para confiar y el resultado final había sido terrible. Toda  culpabilidad  que  pudiera  haber  sentido  por  su  comportamiento entonces, la había borrado la ira de que ella no le hubiera dado la oportunidad de  arreglarlo.  Había  puesto  fin  al  matrimonio  con  la  firmeza  de  un  verdugo,  rechazando tanto una conversación racional como los diamantes que le había comprado a modo de disculpa.Estudió  su  rostro  buscando  algún  rastro  de  arrepentimiento,  pero  no  lo  vió.  Ella  se  había  adiestrado  para  no  revelar  nada  y  no  confiar  en  nadie.  Sacarle información había sido todo un reto.

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