miércoles, 13 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Capítulo 27

–No hasta que admitas lo que sientes...  –su  voz sonó  ronca. 

Ella lo conocía lo suficiente para saber que no cejaría  hasta  oírle  decir  lo  que  quería  escuchar. Y no tenía ninguna intención de hacerlo.

–Pesas mucho. No puedo respirar.

Movió las caderas instintivamente,  arrancando  una  maldición  de  los  labios de Pedro.

–He dicho que no te muevas –inspiró profundamente y cerró una mano sobre su cadera, sujetándola e intentando no perder el control.

–Necesito aire fresco.

–Cobarde.

¿Era una cobarde? Decidió que no. Era fuerte. Había sobrevivido a una infancia que habría destrozado a la mayoría de la gente. Pero su cruda realidad le  había  enseñado  una  importante  lección:  la  vida  trataba  de  elecciones;  ella  había decidido elegir siempre lo mejor.«¿Y qué haces en la cama de Pedro?».Era  una  mala  elección  pero,  en  su  descargo,  él  solo  le  había  dado  milisegundos para pensarlo.

–Eres un hombre muy atractivo, Pedro, es innegable. Por eso hemos practicado el sexo.

–Lo he notado  –esbozó  una sonrisa  de  macho  orgulloso.  Movió  el  cuerpo lo justo para arrancarle un gemido–. ¿En qué te convierte eso?

–En una estúpida.

Él siguió sonriendo, aunque con cierta ironía.

–No eres estúpida, pero sí mentirosa, tesoro. Y estás enamorada de mí.

–Eres un arrogante. El mundo no empieza y acaba en tí.

–Para tí sí. Admítelo  –seguía  teniéndola  atrapada.

 Ella se retorció bajo él, pero al notar que la erección de él aumentaba, se quedó quieta.

–Quítate de encima o te haré daño.

–Eres  fuerte,  pero yo lo soy más  –farfulló  él–.  Dime por  qué  te marchaste. ¿Por qué no me gritaste y discutiste para arreglarlo?

–Porque no  quería  arreglarlo  –no estaba  acostumbrada  a  sentirse  impotente, y con él le ocurría a menudo–. Eres un bastardo egoísta y no quiero pasar el resto de mi vida contigo. No estamos bien juntos.

–Tienes razón. Juntos estamos fatal –le susurró en los labios, seductor–. Puede que sea un bastardo egoísta, pero te quiero.

–Ya se te pasará  –dijo   ella. 

Él  siempre sabía qué decir para desequilibrarla. La derretía.

–Solo  por  curiosidad,  ¿Debajo  de  cuántos  hombres  gritas  en  una  semana normal?

–Eres asqueroso.

–Pero sincero.  Y puede  que  algo  posesivo  –concedió–,  pero no me  molesta  que  tú  lo  seas  también.  Creo  que  merece  la  pena  luchar  por  lo  que tenemos,  por  eso  estoy  aquí  –atrapó  su  barbilla  y  la  miró  a  los  ojos–.  Dilo.  Dí  «te amo».

–¿Por  el  sexo?  ¿Suponías que  tu fantástica  técnica  actuaría  como  borrador mental? Ha sido un acto físico, Pedro. Sin significado emocional.

Él  maldijo por lo bajo y se  quitó  de  encima.  Se tumbó  de espaldas  con  gesto de frustración.

–Me vuelves loco, lo sabes, ¿Verdad?

–Lo mismo te digo.

Aunque  había  querido  que  la  soltara,  ya lo echaba  de menos.  Siempre  habían dormido agarrados. Ella nunca había dependido de nadie, y su forma de dormir con Pedro la había llevado muy cerca de saltarse esa norma. En  ese  momento  él se  levantó,  cómodo  con  su  desnudez.  Era un príncipe.  Los  músculos  de  su  torso se  contraían  con  cada  movimiento,  y ella  sintió una respuesta física inmediata, a pesar de estar saciada de sexo.Él  giró  la  cabeza  para  mirarla  y  ella  sintió  la  misma  conexión  que  los  había unido la primera vez que se vieron. Eso la derritió por dentro.

–¿Por qué las mujeres siempre lo convierten todo en un drama?

–¿Perdona? –la pregunta desconcertó a Paula.

–Cometí  un  error  –abrió las  manos en  lo  que  parecía ser  un  gesto  de  disculpa–.  Debería  haber  estado  allí,  pero no estuve.  ¿Por  qué  tiene  que  convertirse  eso  en  una  barrera  insalvable?  Fue  desafortunado,  sí,  ¿Pero  renunciarías a todo solo porque un día tomé una mala decisión?

No hay comentarios:

Publicar un comentario