viernes, 29 de septiembre de 2017

Dame Otra Oportunidad: Epílogo

La terraza  se  iba  llenando  de  gente. Desde el dormitorio,  Paula observaba los lujosos coches que llegaban al castillo por el camino, ya libre de baches.  Lo único que no había  cambiado era la vieja  llave oxidada  que  él  le  había dado. La guardaba en un cajón, junto a la cama.

–¿Qué haces aquí? –preguntó Pedro, a su espalda–. Te esperan en la terraza.

–Subimos  a  buscar  el  conejito  de  peluche  de  Sofía,  y se ha  quedado dormida –miró  con cariño a su  hija,  en el centro de  la  cama, que  lucía  un  vestido  amarillo  pálido,  regalo de su  abuela.  Intento mantenerla  limpia  para  la  fiesta.

–Una  batalla  perdida,  diría  yo  –Pedro conocía  el  espíritu  aventurero  de  su  hija–.  Luciana y  Daniel han  llegado  con  Delfina.  Está deseando  ver a su  prima.

–A Sofía le pasa lo mismo. Son muy amigas.

–Hablando  de  amigas...  –Luciana entró  en  la  habitación,  sonriente,  y  abrazó a Paula–. Predigo que celebrarán su cumpleaños juntas el resto de su vida.  ¿Qué  hacen  aquí?  Tendrían  que  estar  abajo, recibiendoa  sus invitados.

–He delegado esa tarea  en  Federico...  –Pedro besó a su  hermana,  se inclinó y recogió un peluche de debajo de la cama–. ¿Buscabas esto?

Sofía abrió los ojos y bostezó. Pedro alzó a su hija en brazos y le dió el conejito.

–¿Delfi? –Sofía miró a su alrededor.

–Venga, vamos  a buscar a tu prima  –Paula sonrió–.  Es  hora  de  que  empiece la fiesta.

–Dámela,  por  favor  –Luciana extendió  los  brazos  hacia  su  sobrina–.  Tu  prima Delfi ya ha encontrado la fuente de chocolate, dudo que ese vestido siga siendo amarillo pálido por mucho tiempo.

–Feliz  cumpleaños  –Paula besó  a  su  hija–.  Ve  con  tu  tía.  Bajaremos  enseguida.

Sofía se fue con Luciana, a buscar a su prima.

–¿Puedes creer que sólo tenga dos años? Se la ve tan segura y feliz... –Paula sabía que era porque se sentía arropada y querida por su familia–. ¿Qué es eso? –preguntó, al ver que Pedro tenía una carpeta en la mano.

–Es lo que hemos estado esperando  –Pedro dejó la carpeta  en  la  cama y agarró sus manos.

–¿En serio? ¿Es posible? –el corazón le dió un bote–. No me atrevía ni a pensarlo. No quería ni preguntar cómo iba, por si traía mala suerte.

–Todo está firmado y aprobado. Está hecho.

Habían hecho falta dos años,  un montón  de  apeleo  y  el  poder  e  influencia de Pedro, pero su persistencia por fin iba a tener recompensa. En  alguna  residencia  italiana,  una  niña  llamada  Isabella iba  a pasar  su  última noche sin familia.

–¿Cuándo podemos recogerla?

–Mañana –acarició  su  mejilla–.  Sabes que no  será fácil,  ¿Verdad?  Me  preocupa que esperes que todo vaya como la seda; habrá muchos baches, al menos al principio.

–Sé que no será  fácil.  La  vida no  lo es,  pero  los  baches  nos  ayudan  a  descubrir quiénes somos, y nos dan valentía –alzó la vista hacia él, maravillada por lo mucho que había  cambiado.  «Gracias  a  él»,  pensó.  Él  hacía  que  se  sintiera segura, y saberse amada le daba el valor para expresarse con libertad–.  Durante  un  tiempo  me  preocupó  que,  como  habíamos  conseguido  tener  a  Sofía, no quisieras seguir con esto.

–No me lo planteé ni una sola vez.

–¿Alguna vez deseas que hubiéramos poder tenido más hijos de nuestra sangre? –preguntó ella, apoyando la cabeza en su pecho.

–¿La  verdad? No.  No podría hacerte volver a pasar por  eso,  y  yo  tampoco  lo  soportaría.  La  preocupación  casi  acabó  conmigo  –la  abrazó con fuerza–. Tenemos una hija sana y preciosa, nos tenemos el uno al otro y otra hija viene de camino. Siempre dejo de jugar cuando voy ganando.

–Escucha –abajo  se  oían  los  gritos  y  risas  de  niños  y  niñas  jugando–. ¿Sabes lo que es eso?

–¿Qué?

–Podría equivocarme –Paula sonrió y agarró su mano–pero parece el sonido de un final feliz.

–O eso, o un montón de niños a punto de poner fin a la paz de la piscina –ironizó él.

De la mano, fueron a dar la bienvenida a la familia.




FIN

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