La terraza se iba llenando de gente. Desde el dormitorio, Paula observaba los lujosos coches que llegaban al castillo por el camino, ya libre de baches. Lo único que no había cambiado era la vieja llave oxidada que él le había dado. La guardaba en un cajón, junto a la cama.
–¿Qué haces aquí? –preguntó Pedro, a su espalda–. Te esperan en la terraza.
–Subimos a buscar el conejito de peluche de Sofía, y se ha quedado dormida –miró con cariño a su hija, en el centro de la cama, que lucía un vestido amarillo pálido, regalo de su abuela. Intento mantenerla limpia para la fiesta.
–Una batalla perdida, diría yo –Pedro conocía el espíritu aventurero de su hija–. Luciana y Daniel han llegado con Delfina. Está deseando ver a su prima.
–A Sofía le pasa lo mismo. Son muy amigas.
–Hablando de amigas... –Luciana entró en la habitación, sonriente, y abrazó a Paula–. Predigo que celebrarán su cumpleaños juntas el resto de su vida. ¿Qué hacen aquí? Tendrían que estar abajo, recibiendoa sus invitados.
–He delegado esa tarea en Federico... –Pedro besó a su hermana, se inclinó y recogió un peluche de debajo de la cama–. ¿Buscabas esto?
Sofía abrió los ojos y bostezó. Pedro alzó a su hija en brazos y le dió el conejito.
–¿Delfi? –Sofía miró a su alrededor.
–Venga, vamos a buscar a tu prima –Paula sonrió–. Es hora de que empiece la fiesta.
–Dámela, por favor –Luciana extendió los brazos hacia su sobrina–. Tu prima Delfi ya ha encontrado la fuente de chocolate, dudo que ese vestido siga siendo amarillo pálido por mucho tiempo.
–Feliz cumpleaños –Paula besó a su hija–. Ve con tu tía. Bajaremos enseguida.
Sofía se fue con Luciana, a buscar a su prima.
–¿Puedes creer que sólo tenga dos años? Se la ve tan segura y feliz... –Paula sabía que era porque se sentía arropada y querida por su familia–. ¿Qué es eso? –preguntó, al ver que Pedro tenía una carpeta en la mano.
–Es lo que hemos estado esperando –Pedro dejó la carpeta en la cama y agarró sus manos.
–¿En serio? ¿Es posible? –el corazón le dió un bote–. No me atrevía ni a pensarlo. No quería ni preguntar cómo iba, por si traía mala suerte.
–Todo está firmado y aprobado. Está hecho.
Habían hecho falta dos años, un montón de apeleo y el poder e influencia de Pedro, pero su persistencia por fin iba a tener recompensa. En alguna residencia italiana, una niña llamada Isabella iba a pasar su última noche sin familia.
–¿Cuándo podemos recogerla?
–Mañana –acarició su mejilla–. Sabes que no será fácil, ¿Verdad? Me preocupa que esperes que todo vaya como la seda; habrá muchos baches, al menos al principio.
–Sé que no será fácil. La vida no lo es, pero los baches nos ayudan a descubrir quiénes somos, y nos dan valentía –alzó la vista hacia él, maravillada por lo mucho que había cambiado. «Gracias a él», pensó. Él hacía que se sintiera segura, y saberse amada le daba el valor para expresarse con libertad–. Durante un tiempo me preocupó que, como habíamos conseguido tener a Sofía, no quisieras seguir con esto.
–No me lo planteé ni una sola vez.
–¿Alguna vez deseas que hubiéramos poder tenido más hijos de nuestra sangre? –preguntó ella, apoyando la cabeza en su pecho.
–¿La verdad? No. No podría hacerte volver a pasar por eso, y yo tampoco lo soportaría. La preocupación casi acabó conmigo –la abrazó con fuerza–. Tenemos una hija sana y preciosa, nos tenemos el uno al otro y otra hija viene de camino. Siempre dejo de jugar cuando voy ganando.
–Escucha –abajo se oían los gritos y risas de niños y niñas jugando–. ¿Sabes lo que es eso?
–¿Qué?
–Podría equivocarme –Paula sonrió y agarró su mano–pero parece el sonido de un final feliz.
–O eso, o un montón de niños a punto de poner fin a la paz de la piscina –ironizó él.
De la mano, fueron a dar la bienvenida a la familia.
FIN
Amé esta historia!!!
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